El que ama ofrece a los demás sus dones, carismas, y sobre todo lo aprendido a lo largo de los años. Porque la vida es optimismo. Acercarse o tener contacto con personas con pensamientos y acciones de esperanza, mantiene la luz de la vida encendida en cada individuo.
Eso quiere decir entonces, que estamos en la existencia para sumar y multiplicar, no para dividir ni restar. En otras palabras, no nacimos para morir sin antes haber dejado el mundo muy diferente a como lo encontramos.
Los valores se aprenden y luego se extienden. Cada experiencia acumulada, es una gran enseñanza, una escuela de aprendizaje.
Pues hasta los momentos de crisis, dudas, dilemas, días amargos y cielos grises, “forman parte del paisaje”, como expresa Ricardo Arjona, en la canción: “Fuiste tú”.
Ya que la familia no es perfecta, arrastra situaciones dolorosas, vacíos profundos, que solo el tiempo, el cambio de lugar, el asumir compromisos para dejar atrás el pasado, ayudan a superar. Nada se transforma de la noche a la mañana.
Los mismos árboles para crecer tardan mucho, lo mismo sucede con las personas, pasan muchos tropiezos para valorar lo aprendido a lo largo del tiempo.
Mientras que las personas de mentes cortas y de “futuro con fecha de vencimiento”, se quedan escandalizadas en sus propias vidas, pretendiendo contagiar a otros con su forma de ser.
Otros optan mejor por caminar detrás del silencio, construyendo sueños con bases sólidas, desde un amor invisible. Convirtiéndose en seres humanos que le duele la situación triste de un mundo “fanático de la violencia y promotor de los grandes desastres humanos”.
Que están más pendiente en dar a conocer el mal, que realizar el bien.
Mostrar las costumbres que hemos aprendido en nuestras familias, no es una utopía, es una realidad presente. Todavía estas expresiones: “gracias”, “lo siento, me equivoqué”, “trataré de hacerlo mejor la otra ocasión” o “madre, gracias por tu ejemplo de vida y por tu insistencia, he logrado mi carrera”. Están vigentes, no han pasado de moda.
Se han ignorado, por complejos sociales. Muchos han creído que pierden autoridad y respeto cuando lo hacen, cuando es todo lo contrario, muestran a los demás que continúan siendo seres humanos.
El miedo y la influencia de lo que opinan, que la mayoría tiene la razón en la sociedad, quiere matar y disminuir nuestra creatividad humana. Es decir, la dictadura del relativismo: del que tanto se habla en la actualidad, quiere mostrarnos, que no vale la pena luchar por los valores, por el sentido humano ni tampoco por la preocupación por el otro.
Por consiguiente, ante esta realidad confusa, nunca pasa de moda, citar la frase de Edmund Burke, cuando sostenía: “lo único necesario para el triunfo del mal es que los buenos no hagan nada”.
Por tanto, protege tus valores, los de tu familia, y pese al mundo oscuro que vean tus ojos, confía en los buenos principios recibidos y haz la diferencia ante los demás.