Querido pueblo Dominicano: A ustedes, mis hijos de Quisqueya les tengo un cariño especial, porque su ferviente devoción y fe en mí me llena de júbilo y satisfacción. Me han hecho parte de su historia y tengo un papel fundamental dentro de su vida religiosa. Por eso siempre velo por su protección en este mundo tan vulnerable.
Estamos viviendo los primeros años del siglo XXI, en el cual los cambios han sido notables, tanto positivos como negativos. Está claro que la vida se ha hecho más fácil de llevar, pero el ser humano se ha creído demasiado autosuficiente y con tanta comodidad, las tradiciones cristianas y familiares han quedado desplazadas.
Hijos míos, que dolor siento al ver cómo la familia, célula vital de la sociedad, se está desintegrando lentamente en frente de nuestros ojos.
Que tristeza es ver cómo los jóvenes, valiosos tesoros del mañana, crecen bajo un li-bertinaje que involuntariamente los empuja hacia la indiferencia o al negro abismo de vicios como la drogadicción, el alcoholismo, entre otros.
Sin dudas, la desunión familiar, causante de este problema, se debe a que los afanes de la vida han colocado a Dios en un segundo plano, cuando este debería ser el centro, el soporte del Hogar. La familia que tiene a Dios a la cabeza, queridos hijos, es una familia en donde reina la paz y el amor, y los lazos que los unen son fuertes como acero.
Las personas a las que la sociedad califica despectivamente como “malhechores” solo son el resultado de una niñez o una adolescencia carentes de orientación y de formación en va-lores morales y cristianos. Entonces, este pro-blema no se solucionará únicamente castigando a esos hijos de Dios; la maleza no solo se corta, sino que se saca de raíz para que no crezca nuevamente. Por lo tanto se debe partir del origen: la formación del individuo dentro de la familia, que de seguro, es la causa de lo que hoy sea dentro de la sociedad.
Hijos míos, les exhorto a que recen el Santo Rosario por sus necesidades personales, fami-liares y por las del pueblo Dominicano. También les invito a que propaguen la devoción del Rosario como forma de evangelización, ya que es una poderosa oración centrada en Cristo.
El rezo del Santo Rosario en familia contribuye en gran manera al fortalecimiento de los vínculos de amor entre sus miembros y llena el hogar de innumerables bendiciones. Y les aseguro, amados fieles, que por cada Ave María que recen de corazón, es una hermosa rosa de exquisito perfume con la que me están coronando, y yo prometo socorrerlos en todas sus necesidades y protegerlos.
Pido bendiciones del Padre para mi devoto pueblo Dominicano, a quienes llevo en mi corazón. No se desesperen ante las dificultades de estos tiempos, depositen en mis manos su fe y su esperanza, que yo desde aquí arriba voy a interceder por sus problemas ante mi hijo Jesucristo.
La autora es estudiante del 3ro. de media del colegio La Altagracia