Hoy el mundo cursa por situaciones muy desafiantes: guerra, pandemias, cambio climático, desigualdades sociales, hambre, vicios tecnológicos, abusos y burlas constitucionales, rompimientos de modelos, disturbios psicológicos entre una larga lista de situaciones que de un modo u otro afectan al único ser con razonamiento propio llamado ser humano. Es como si todo se nos va de las manos de la forma acostumbrada de existir.
Y es lo mejor que puede pasar, el ser creado y lanzado al mundo a perdido su enfoque. El afán de tener, el deseo de ser superior, la dependencia, el tumbapolvismo, el egoísmo, la destrucción del uno al otro, son hechos sociales característicos de una sociedad en deterioro marcada por la indiferencia y el sálvese quien pueda.
Desde este punto de vista podríamos decir que las sociedades están sentadas en el suelo. Hemos fabricado innumerables artefactos tecnológicos y científicos, hemos hecho un extenso mundo. Pero hoy nos sentimos solos, con tantos medios disponibles parece que la sociedad nos encierra.
¿Por qué? Ya no hay relaciones auténticas, se ha perdido la confianza, las amistades es un premio para quien logra tenerlo. Estamos vacío interiormente. Pienso que estamos avocado a realizar una reingeniería social. Estamos llamados a una metamorfosis social. A descomponer la paranoia, asimilar los cambios rompiendo las brechas sociales y buscando un mundo con más justicia e igualdad.
Hoy hay que hacer una verdadera educación, no es solo el aspecto económico de la misma hay que reevaluar los métodos y los hacedores de ese sistema. Las clases sociales carentes de ingresos no pueden seguir siendo objeto de mecanismos manipuladores que sigan creando vergonzosas miserias.
Es por eso que sigo pensando en la unidad nacional con proyectos. Hoy tenemos partidos políticos que dicen llamarse representante de la democracia, pero con pena vemos como se disputan el botín para acomodar a sus grupúsculos de simpatizantes que en definitiva se convierten en sanguijuelas inoperantes que nada aportan al desarrollo social.
Cada vez menos se llama a un hombre por su nombre propio, cada vez menos se trata como persona a este ser, único en el mundo, que tiene su propio corazón, su sufrimiento, sus problemas, su alegría y su propia familia. Sólo se conocerán sus enfermedades, para curarlas, su falta de dinero para proporcionárselos, su necesidad de casa para alojarlo, su deseo de esparcimiento y de distracciones para organizárselas.
Pero amar al más insignificante de los humanos como a un hermano, como si no hubiera más que él en el mundo, no es perder el tiempo. Solo desde la verdad histórica de los hechos haremos esperanzas, ya no hay lugar para diplomacias vacías, para disimulos, para dobles discursos, para ocultamientos, para buenos modales que es esconder la realidad.
El poder sistemático y abrumador tendrá que responder a las grandes necesidades que hoy nos abruman. De no ser así veremos a los pueblos descarnizados por culpa de los poderes fácticos que alguna vez tendrán que responder por su escarnio.
LIC. PEDRO TIRADO
Abogado y Sacerdote