La comunicación en la República Dominicana se encuentra en una encrucijada crítica. En tiempos modernos, donde la información fluye rápidamente y las voces se multiplican, es más evidente que nunca la necesidad de un cambio profundo en la manera en que comunicamos. Este cambio debe dirigirse hacia el altruismo, la unión, la profesionalidad y, sobre todo, la responsabilidad.
Vivimos en una sociedad donde la inclusión y el respeto son imperativos. Aquellos que tienen el poder de comunicar, ya sean periodistas profesionales o individuos de otras áreas, tienen la obligación de hacerlo con un enfoque constructivo y positivo.
Es esencial que todos los comunicadores, sin importar su formación, se esfuercen por comunicarse con decoro. A aquellos que no poseen una formación académica en el área, se les invita a reconocer sus limitaciones y a esforzarse en su autoformación, mejorando su dicción y ampliando su cultura general a través de la lectura y el aprendizaje continuo. Este compromiso con la formación no solo enriquece a quienes aspiran a ser locutores, sino que también eleva el nivel general de la comunicación en el país.
No es justo que los comunicadores que trabajan con decencia, profesionalismo y una clara visión de contribuir al bienestar de la comunidad sean vistos como los «malos de la película» en la chopocracia comunicacional y social que nos quieren endosar.
El esfuerzo por producir contenido de calidad es inmenso; requiere trabajo arduo, sacrificio y, sobre todo, una pasión genuina por lo que se hace. Es lamentable que en la actualidad, aquellos que simplemente poseen un micrófono o manejan una red social utilicen estas plataformas para desacreditar, dañar, chantajear y atacar a quienes se esfuerzan por hacer un trabajo altruista y valioso para la sociedad.
Es urgente detener esta peligrosa tendencia de satanizar lo bueno y glorificar lo malo. La comunicación debe ser un puente hacia el crecimiento y el desarrollo, no un arma para la división y el desprestigio. Aquellos que utilizan los medios para dañar a la sociedad y a sus colegas no tienen un futuro prometedor en este campo. El verdadero crecimiento en la comunicación proviene de emular a quienes lo hacen bien, de aprender de aquellos que, con calidad y esfuerzo, han logrado alcanzar el respeto y la influencia en la sociedad.
Es preocupante que, en la actualidad, cuando alguien ofrece un consejo sabio o realiza un comentario constructivo, la respuesta predominante sea la confrontación y el victimismo.
Esta actitud no solo frena el desarrollo individual, sino que también erosiona la calidad de la comunicación en general. Necesitamos un cambio de enfoque: hacia la unidad, el reconocimiento de nuestras limitaciones y la humildad para aprender de quienes han logrado el éxito a través del esfuerzo y la dedicación.
Las plataformas de comunicación, incluyendo las redes sociales y las cabinas de radio, se han convertido en herramientas que algunos utilizan para dañar a la juventud, a la sociedad y a sus propios compañeros. Sin embargo, es esencial recordar que «cuando la carreta va vacía, es cuando más ruido hace». El verdadero valor y la verdadera influencia provienen de un enfoque basado en la unidad, la humildad y el respeto.
Los profesionales del periodismo y de otras carreras deben esmerarse en crear contenidos de calidad adornados con una buena dicción y gramática, y quienes se involucran en la comunicación sin ningún grado de formación, si quieren crecer en lo que hacen, deben enfocarse en la formación individual y emular a quienes lo hacen bien.
El Estado también tiene un papel crucial en esta transformación. Debe ser garante de auspiciar y sancionar a aquellos entes comunicacionales que afectan directamente a la juventud y la sociedad en general. Las palabras soeces e impublicables que muchos de esos llamados “influencers” utilizan se han convertido en motores de actos delincuenciales. Si las autoridades del gobierno están enfrascadas en una lucha contra la inseguridad ciudadana que ha provocado la ola de delincuencia que nos afecta, deben poner el ojo y enfrentar de una vez y por todas este tipo de contenidos que promueven la violencia, especialmente entre la juventud.
Solo de esta manera podremos lograr que la comunicación, ya sea a nivel local, provincial, regional o nacional, crezca y se fortalezca. Aquellos que se preparan, que son humildes, inclusivos y respetuosos en su labor, son quienes eventualmente alcanzan una verdadera influencia en la sociedad, en la toma de decisiones y en el ámbito profesional. Es hora de que la comunicación en la República Dominicana se convierta en un ejemplo de cómo, a través del esfuerzo colectivo y el respeto mutuo, se puede construir una sociedad mejor.