El ser humano es hijo de su época. Y así como dice la Biblia: “cada día tiene su propio afán”, (cf. Mt 6, 34), de igual manera, podemos decir que cada generación se va adaptando a la realidad que le sale al frente. Por eso, la vida completa es un aprendizaje, es un proceso de adquirir experiencia para tener más sabiduría. De aquí que, cada paso que damos, las caídas, errores y circunstancias vividas, deben y tienen que ser siempre, esa oportunidad única para sacar lo mejor de ese momento, ya que no se volverá a repetir.
Ahora bien, se sabe que al llegar a este mundo, nadie elige la época, el tiempo, los padres y una gran cantidad de realidades que nos toca vivir. Algunas de ellas nos parecen geniales, interesantes y dignas de agregar a nuestra existencia, mientras que otras, resultan pesadas e incómodas.
No es fácil acoger todo lo que esta generación nos ofrece. Algunas cosas son solo caprichos, emociones momentáneas, deseos sin fundamentos. Y de algo tenemos que estar bien claros: la vida no es un chiste, aunque en ocasiones hagamos bromas. No se trata de presentar ideas personales para que sean aceptadas por todos sin el mero proceso de razonamiento y lógica. Porque a pesar de todo, ya la gente piensa, crítica, deduce, y esa imagen de superiores e inferiores, libres y esclavos, los que mandan y los que obedecen, ya no tiene tanta fuerza en estos momentos de la historia. En fin, podemos aprender adoptar pero sin adaptarse, sin contaminarse, sin dejar de ser originales; viviendo con identidad propia.
El otro tiene sus derechos y deben ser respetados, pero nadie está obligado a asumir ideologías, pensamientos y mandatos que vayan en contra de los principios éticos de los seres humanos. Además, no se trata de hacer visible “que la mayoría tiene razón”. Se trata de comprender y tener una visión crítica de las cosas, porque no somos peces muertos que deben ir a favor de las corrientes del agua. Todo lo contrario, somos hombres y mujeres, creados con cabeza propia y que tienen una conciencia de lo que afecta a la moral humana.
En concreto, hay que aprender adoptar sin adaptarse. Estar en el mundo pero sin ser del mundo. Se puede utilizar las redes, la tecnología y otras herramientas de esta generación, pero sin permitir que nadie nos robe la identidad ni mucho menos la paz interior. Porque quien se adapta, se vuelve una copia, se va diluyendo con el correr del tiempo. Se vuelve solo la imagen del otro, y deja de ser único. En otras palabras, podemos ser de mentalidad abierta sin dejar de ser conservadores, podemos aprender de esta generación, pero sin ser de esta generación. Claro que se pueden asumir muchas cosas pero sin permitir que los fundamentos humanos sean sustituidos por creatividades novedosas, que buscan desencarnar al hombre creado a imagen y semejanza de Dios.