La figura presidencial no solo simboliza autoridad, sino también liderazgo y mesura. No obstante, la estrategia comunicativa “La Semana”, implementada por el presidente Luis Abinader, bien podría convertirse en un arma de doble filo. Este enfoque busca mantener contacto constante con la ciudadanía a través de los medios, pero plantea dudas sobre si tal frecuencia beneficia su imagen o diluye la solemnidad inherente a su cargo.
El riesgo de la sobreexposición
Expertos advierten que la constante presencia mediática puede ser contraproducente. Aunque la transparencia y la cercanía son valores apreciados, intervenir semanalmente podría restar impacto a mensajes relevantes. Si un presidente se expone con demasiada regularidad, sus apariciones pueden percibirse como rutinarias, reduciendo el interés y la expectativa del público ante eventos importantes. La repetición excesiva puede erosionar la autoridad y el peso de la figura presidencial.
La importancia de delegar
En un sistema democrático, los ministros y funcionarios tienen la responsabilidad de comunicar acciones gubernamentales y representar la visión del mandatario en áreas específicas. Delegar estas funciones permite al presidente concentrarse en decisiones estratégicas y evita que su figura se desgaste en asuntos de menor trascendencia.
Reducir la frecuencia de las apariciones presidenciales podría ser una medida efectiva para preservar su relevancia. Un formato mensual, en lugar de semanal, garantiza que cada intervención sea percibida como significativa, manteniendo su autoridad y el interés del público.
Un liderazgo estratégico
La imagen presidencial debe proyectar un liderazgo sólido y reservado, fortalecido por una gestión mediática cuidadosa. Si bien es crucial mantener cercanía con la ciudadanía, esta debe administrarse con equilibrio para evitar que la exposición excesiva comprometa la solemnidad del cargo.
En una era marcada por la inmediatez de las redes sociales y los medios, el equipo de comunicación del Palacio Nacional tiene el desafío de proteger y optimizar la imagen del presidente Luis Abinader. Reducir la frecuencia de sus intervenciones no sólo preservará la dignidad de su liderazgo, sino que también aumentaría el impacto de sus mensajes. Así, se fortalecería la conexión con la población sin afectar la integridad de la figura presidencial.