Una colaboración de: Ramón E. Durán
Con la tecnología todo cambia por lo que tenemos que caminar en consonancia con la época que vivimos. Jamás nos imaginamos que un pobre nacional haitiano que reside en el país iba a portar un teléfono móvil, o tener que contratar los servicios de una haitiana para labores en la casa. La escasez de trabajadoras domésticas comenzó en la década del año 70 cuando se instalaron los primeros parques de Zona Franca en el país, donde hay áreas en que no se necesita de ninguna experiencia o especialidad para desempeñar un puesto, y un sueldo más remunerado que en una casa de familia.
En el pasado muchas trabajadoras domésticas eran maltratadas por sus empleadores, y denigradas al extremo de que fueron “bautizadas” con el mote de “chopas”. Además, se conocen casos en que éstas han sido víctimas de violación por algún miembro de la familia donde trabajan, y que como consecuencia de una violación algunas han resultado con embarazos indeseados. Para agregarle sabor al caldo, en la pasada campaña electoral del 2012 el candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano Hipólito Mejía armó un reperpero cuando acusó a las servidoras domésticas de robarse los mejores filetes de la casa donde trabajan para llevárselo al novio.
Según este traspié de Hipólito fue aprovechado por la dirigencia del Partido de la Liberación Dominicana para patrocinar una manifestación con la participación de trabajadoras domésticas en el Parque Enriquillo de la ciudad capital y donde éstas portaban pancartas en rechazo a la acusación de don Hipólito Mejía. Estas y otras meteduras de pata contribuyeron a la derrota por escaso margen de votos del partido del jacho prendío.
Por el trabajo de quehaceres domésticos que hoy rechazan las dominicanas, muchos hogares se han visto precisados a contratar los servicios de haitianas, aunque de manera vigilada ya que muchas no son confiables y si cometen un hecho delictivo y desaparecen, resulta difícil encontrarlas porque se habla de que las personas de tez oscura todos se parecen, igual que los asiáticos, además, de que les es fácil retornar a su país.
Queremos aclarar que no todas las nacionales haitianas son iguales, porque también las hay que se han ganado la confianza y el cariño de los dueños de la casa. Muchas mujeres que emigran de Haití a la República Dominicana ante la falta de oportunidad por su estatus migratorio, en última instancia se dedican a trabajar en casas de familia, aunque sea en labores de limpieza.
Las dominicanas prefieren trabajar en la zona franca donde reciben un trato más digno y el salario mínimo de $13,915 pesos mensuales, además están protegidas por la seguridad social, otras trabajan en restaurantes y las bancas de apuestas, pero también las hay que se dedican a los negocios informales, para sobrevivir.
La trabajadora doméstica es una persona que conoce todos los movimientos de la casa, razón por la cual se han producido hechos lamentables, a veces con la complicidad de algunas personas de su entorno.
Resulta cuesta arriba emplear una persona desconocida y sin ninguna referencia para darle entrada en la casa. Cada trabajadora doméstica tiene su tarifa dependiendo de a quién le trabaje y el tamaño de la casa, la que sirve a un rico gana mejor salario que la que lo hace para una familia de clase media. Para trabajar en la casa de un rico se deben reunir ciertas cualidades, como usar uniformes, poseer cierto nivel académico, buen desenvolvimiento en el lenguaje, pero además saber del arte culinario.
En los últimos tiempos también han incursionado en el trabajo de quehaceres domésticos las venezolanas que son muy solicitadas por asunto del idioma y las costumbres. No podemos subestimar la inteligencia, los sentimientos y la condición humana de las trabajadoras domésticas, pues todos somos hechuras de Dios.