Querido mes de la Patria, hay otros meses que son de la Patria. No solamente el nacimiento, el 26 de enero de 1813, de nuestro Juan Pablo Duarte son de la patria. También el 16 de enero de 1844, apenas 31 días del 27 de febrero de 1844, se firmó el manifiesto que proclama la justificación teórica de nuestra independencia nacional.
Es lamentable que nuestra historia está contada al revés, de atrás para adelante, llena de errores y de omisiones de nombre de héroes que jugaron papeles mejores y quizás menores. Quito el «quizás» y dejó la palabra mejores o superiores porque nuestra historia está llena de antojos del cabrón que escribió los hechos de la Patria.
Hasta para evitar agravios y encojonamientos del poder de turno se creó la tríada patriótica para complacer a todos, de ahí sale la frase del dictador Lilís: «No muevan mucho el altar, que se pueden caer los santos».
Querido mes de la Patria, creo que el mes de enero tiene 31 días, pero se le agregó el 27 de febrero, Día de la Independencia Nacional. Pero un senador propuso incluir el día 9 de marzo en el mes para honrar el nacimiento de Francisco del Rosario Sánchez.
Solo falta que uno de nuestros congresistas de la provincia Duarte proponga para el mes de la Patria el día 25 de febrero de 1816, el nacimiento de Ramón Matías Mella Castillo, sobrino del independentista Manuel María Castillo Álvarez, un prohombre nacido en San Francisco de Macorís, pero olvidado. Ni siquiera hay una calle con su nombre, sino la de su hijo, Manuel María Castillo Medrano, primer gobernador de la provincia Duarte.
Querido mes de la patria, siempre me he preguntado si nuestro respetado y querido Juan Pablo Duarte estaba consciente de los elementos imprescindibles que conlleva hacer una independencia, como es matar por necesidad. Como decía el escritor Jean-Paul Sartre, quien escribió la famosa novela La Náusea, porque la conducta brutal de Pedro Santana producía náuseas. Matar a una mujer en ese entonces, más aún a la tía de Francisco del Rosario Sánchez, María Trinidad Sánchez, y al joven general Antonio Duvergé, más 20 fusilados en el cementerio de una ciudad del sur.
En verdad, le confieso que Pedro Santana estaba más definido en lo que quería y el costo de sus deseos de ser el jefe, el presidente, el dueño de los resultados de hacer la independencia o la separación de Haití, solo él sabía por dónde se agarra la espada para defender el poder, mientras nuestro querido Juan Pablo Duarte, para defender sus bellas ideas, agarraba la espada por el filo y no por el mango. Se hirió varias veces, y no solo las manos, sino el corazón, su mente, murió triste, deprimido, por no tener la voluntad de conspirar y organizar la muerte necesaria de Pedro Santana, la historia hubiese sido otra para la futura generación dominicana.
Hoy en día, los hombres que llegan al poder se parecen a Pedro Santana, al corrupto Buenaventura Báez, al diablazo de Lilís. Y nuestra Iglesia Católica sigue siendo seguidor de Tomás Bobadilla y de Juan Pablo Duarte, los poderosos lo utilizan para cubrir su hipocresía de amor a la Patria, organizan desfiles de militares con sus rostros pintados con el mismo colorido que usan las prostitutas, habla la gobernadora, que nunca ha leído el libro más hipócrita de Joaquín Balaguer, El Cristo de la libertad.
Luego bajan de la tarima al parque, frente a la estatua sin arte y sin vida de Juan Pablo Duarte. Colocan flores de poca duración, y alguien lee el mismo discurso que escribió hace 20 años. El público lo aplaude sin haber escuchado nada. Por suerte, que siempre hay un borracho o un loco que grita: «¡Viva Duarte, viva Duarte!». El mismo del año pasado y el público idiota, cansado de estar parado, aplaude con más fuerza la frase del loco viejo.
Atentamente,
Manolo Bonilla,
El otro idiota.