Somos muchos los que pensamos que a este país, los políticos, entre otros sectores de nuestra sociedad, lo han maltratado, abusado y esquilmado tanto y tanto, y tantas y tantas veces, a través de su andar histórico, que cualquier cosa que se haga en su favor, por pequeña que sea, se ve como un milagro milagrero de lo más milagroso.
Por ejemplo, este gobierno con su presidente a la cabeza ha tomado algunas medidas positivas, más puntuales que estructurales, que junto a sus visitas personales en los campos y otros lugares populares, le ha permitido obtener los índices de aceptación más altos que uno pueda imaginarse.
Hasta tal punto, que para evitar que venga y asuma el poder el anterior mandatario, se piensa nada menos que en reformar la Constitución para poder gobernar cuatro años más, y no caer de nuevo en la debacle anterior.
Pero este gobierno, por mucho que digan sus partidarios, tiene en su agenda demasiados pendientes de extraordinaria importancia que no han sido abordados debidamente. Comenzando por los flagrantes casos de corrupción del anterior gobierno, de todos bien conocidos, que han quedado en las absoluta impunidad, porque entre bomberos, y además del mismo barrio, no se pisan la manguera, y mucho menos la cartera.
En asuntos de economía, la gente se ha olvidado ya – el tiempo y la memoria floja popular son los mejores aliados de los gobernantes- de las dos reformas fiscales sufridas en un corto tiempo, debilitando los bolsillos de todos los sectores, y precarizando sobre todo a la ya débil clase media dominicana.
Por más que las autoridades hablen del crecimiento real del país, por más que los economistas exhiban y discutan números e índices difíciles de entender, por más que el Gobierno muestre cifras imposibles de lograr en un corto plazo sobre reducción de la pobreza, el motor de la producción nacional y las bielas de una mejor distribución de la riqueza, no están funcionando como debieran, por lo menos en la pequeña y mediana empresa, que son la mayoría de la fuerza laboral. Y si damos una mirada a los préstamos internacionales, vemos que seguimos trabajando para el inglés, es decir, más deudas para tapar deudas.
Sobre otros temas podríamos decir lo mismo.
En Educación se construyen aulas pero no se aborda lo más importante, el modelo educativo de conocimiento actual a seguir. En Sanidad, se levantan hospitales pero las precariedades sanitarias más penosas continúan viéndose a diario.
La seguridad social sigue excluyendo una gran parte de la población, y las pensiones de vejez son tan exiguas como irritantes.
La seguridad ciudadana anda por los suelos, aunque cada Jefe de la Policía se esfuerce inútilmente en demostrar que los índices de criminalidad han disminuido durante su gestión.
La corrupción estatal sigue como de costumbre, y aún peor por los últimos ejemplos de No Ha Lugar. Los precios de los productos alimenticios básicos y de servicios siguen subiendo, no obstante las mosquitas blancas que producen sobre abundancia de frutas y vegetales, no hay más que ir a las tiendas y supermercados, o ver las facturas de la luz para comprobarlo.
La emigración ilegal se mantiene en un estado de “me fui…pero no me fui” como decía aquel anuncio de una compañía telefónica hecho en Nueva York, por no tener una política clara y enérgica al respecto.
La circulación vial sigue siendo un desastre, causando millares de víctimas cada año, diga lo que diga el Ministerio de Obras Públicas en sus utópicos y engañosos anuncios. El medio ambiente sigue en plena depredación ante la mirada de papamoscas de su inepto ministerio. Las bancas de apuestas siguen reproduciéndose como los conejos esquilmando los magros dineros de los pobres. Y así podríamos seguir hasta el infinito.
Lo que la República necesita son planes potentes, bien pensados, estructurados a quince, veinte, treinta o los años que hagan falta para lograr los objetivos y, naturalmente asegurar la continuidad necesaria para llevarlos a cabo, sean los gobiernos que sean los que suban al poder.
Mientras tanto, los parches tapan agujeros, pero no solucionan a futuro. En definitiva, tenemos un poco de más, pero mucho de lo mismo.