La discreción es un atributo que establece vínculos de confianza entre dos o más personas y no tiene que ver con la solicitud explicita de una de las partes si no con el criterio particular de cada individuo que supone la no transmisión de ciertas informaciones, contribuye a una buena vida de relación con familiares, vecinos, amistades, compañeros de estudio o de trabajo y otros. Evita el desentendimiento, confusiones, entredicho, discusiones, la discordia y muchas veces, hasta la enemistad en la intercomunicación humana.
Ser discreto, es ser sensato en la formulación de juicios y tener mucho tacto, con buen esmero en la expresión de los conceptos a trasmitir a los demás. Es no hacer partícipe de noticias escabrosas, o conceptos maliciosos innecesarios a otros, los que muchas veces son referidos a familiares íntimos de probada bondad y honestidad.
Es saber dominar el ego con respeto por uno mismo ya que la discreción es garantía de la amistad verdadera a la cual protege siendo la virtud de mesura.
El ser discreto, es una noble cualidad y el arte de saber guardar un secreto, de no hacer preguntas ni averiguaciones inoportunas, de no forzar la intimidad espiritual ni física de su prójimo allegado. El discreto, no impone su presencia molesta e inoportuna en la vida de las demás personas.
El ser discreto, es cultivar la tabla de los valores éticos y morales y fundado tacto para hablar, actuar y emitir opiniones sobre los otros seres.
En este mundo globalizado, es donde se aprecia más la discreción certera. La mala, errónea, equivocada, o malintencionada comunicación, por cualquiera de los veloces medios de propagación, es falta de discreción. Es prioritario ser dueño de la verdadera verdad, para hacerla circular alrededor de la Tierra.
La falsedad de la información, en todos los ámbitos, es maldad, es la destrucción del gran valor que es la discreción.
El discreto no busca protagonismo, espera momento apropiado para hablar, toma en cuenta que los demás también importan, cuida lenguaje verbal y no verbal, solicita ayuda si es necesaria y la ofrece si se le requiere.
Importante es preguntarnos si somos discretos? Y es que si hemos sido capaces de transmitir nuestras intimidades, como es posible reclamar a otros haberlas comunicado a un tercero ya que somos nosotros lo más interesados en guardarlas y las hemos confiado y entonces?…. Inicia contigo la discreción de aquello que desea no se comparta con nadie.
Cuantas veces hablamos y deberíamos callar?
Cuantas veces callamos y deberíamos hablar?
La impulsividad no es buena compañera de la palabra, una vez dicha, queda ahí para siempre. Te puedes disculpar pero el eco de lo dicho no desaparece tan fácilmente. Lo idóneo seria usar la palabra perfecta en el tiempo perfecto. Si no lo logramos al menos hacemos el intento.