El país en estos momentos experimenta una de las más prolongadas y devastadoras sequías de su historia, fenómeno que puede atribuirse al cambio climático, la mano destructora del hombre que se levanta contra la naturaleza violando sus leyes naturales y esta respondiendo a su agresión bruscamente y con los resultados expectantes que reducen la voluntad del hombre a la impotencia y al clamor a Dios para que interceda con abundantes lluvias que pongan cese a esta calamitosa situación.
La sequía no solo afecta al ser humano por la carencia de agua para saciar la sed, higiene personal, cocción de los alimentos, limpieza del entorno, sino que se extiende a las especies animales, la ganadería, las cosechas, y otras necesidades para la supervivencia humana, pero la escasez mental que se asocia al fenómeno no nos permite reconocer que con nuestro comportamiento con la naturaleza nos hace los únicos responsables.
Podemos hablar de estado critico por la sequía y por el cual las autoridades gubernamentales debían declarar el país en estado de emergencia nacional, sobre todo en aquellas zonas o regiones áridas que son las más vulnerables por las condiciones del terreno y altas temperaturas, como las del Sur, Este y Noroeste, en las que sus habitantes tienen que librar duras batallas para subsistir por los embates de la misma naturaleza.
Los ríos y afluentes, presas hidroeléctricas, han descendido al más bajo nivel de sus caudales y embalses, la situación se agrava y torna in extremo desesperante, mientras manos criminales depredan los bosques, extraen materiales de los cauces de los ríos, el cuadro es realmente dantesco y pavoroso, no hay voluntad de las autoridades ambientalistas para detener ese crimen de lesa humanidad contra la naturaleza.
Pero la sequía como fenómeno de la naturaleza tiene un paralelismo humano agresivo y perverso, la sequía cívica que es la falta de conciencia en muchos ciudadanos ante los rigores del fenómeno, comportamiento a sus efectos, el uso irracional e indiscriminado del agua en el lavado de vehículos, reguio de jardines, llaves abiertas al bañarse y afeitarse, y otros.
Las autoridades que deben administrar y controlar el fenómeno, que para ello disponen de los instrumentos y mecanismos legales no adoptan ninguna medida que constriña al ciudadano a adecuar su comportamiento a las circunstancias y responder con una sanción ejemplarizadora a sus acciones, acciones que ocasionan un daño y perjuicio a los demás, por lo que somos un país suis generis con relación a otros países.
La educación, tenemos que colegir, es un eje esencial, fundamental, en la conciencia y cultura colectiva, por lo que las autoridades no solo deben cumplir con su deber en la aplicación rigurosa de las medidas que corresponden en estos casos, sino con la implementación de una campaña masiva con fines educativos y preventivos a la ciudadanía, enseñar a amar la naturaleza, respetar sus leyes y asumir otra conducta cuando se presentan eventos como los que en estos momentos afrontamos los dominicanos y en que la mayoría no ha sabido responder cívicamente, aprendamos de esta traumática experiencia, mañana y por nuestra falta las consecuencias pueden ser más catastróficas, preservemos la naturaleza, no atentemos contra ella.
El autor es abogado, periodista e historiador.
miembro de la Unión de Escritores de la Provincia Duarte.
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