Se acercan las elecciones generales a realizarse el 15 de mayo de 2016. A nueve meses del certamen el panorama está claro, no hay novedades.
En este país se perdió la emoción de la política como actividad de competencia.
El partido en el poder es experto en la práctica de compraventa.
Agrupaciones pequeñas les hipotecan los votos de sus militantes a cambio de enormes prebendas e impunidad en los actos de corrupción que cometen.
El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) es la organización históricamente más beneficiada con las alianzas. Cierto es que todos los partidos que en los últimos 50 años han administrado el Estado Dominicano han hecho acuerdos con agrupaciones pequeñas a las que les entregan porciones del pastel estatal, pero el PLD no tiene límites en el negocio de compraventa.
Ahora pactó con el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) lo que significa que se ampliará el reparto de posiciones y entrega de beneficios sin que se hayan comprometido a aplicar medidas de rescate del país, de las instituciones políticas secuestradas, que mejoren los servicios básicos, salud, seguridad ciudadana, programas masivos de empleos, en fin, alianzas que signifiquen alivio de las condiciones de vida de la mayoría de la población dominicana.
La política que siempre concebimos como la actividad para crear y propiciar bienestar para la mayor cantidad de personas, los dirigentes de este país la han reducido a la simple práctica de hacer negocios.
Antes, en la etapa en que los viejos líderes Juan Bosch, Joaquín Balaguer y José Francisco Peña, protagonizaron el quehacer político, si hacían acuerdos se guardaban las formas, tuvieron la mesura y recato para no escandalizar.
Ahora no, ahora se anuncian y lo televisan sin el menor pudor.
Ese pacto que firmaron el Presidente Danilo Medina y Miguel Vargas Maldonado, en realidad fue la liquidación del PRD, la organización política madre de lo que aquí llaman democracia o democracia a la dominicana.
El doctor Joaquín Balaguer fue el primero en regalar un partido al PLD con la única condición de impedir que José Francisco Peña Gómez ganara la presidencia de la República en 1996.
Ahora es Danilo Medina quien recibe al histórico PRD de manos de Vargas Maldonado y de la viuda de Peña Gómez, Peggy Cabral para recibir a cambio la cuota de cargos y prebendas que en 1996 rechazó Balaguer.
Ese pacto con el que se disolvió el PRD hace más opaca la democracia dominicana y fortalece al PLD como partido único, dueño y señor del poder legislativo, del Tribunal Constitucional, de la Suprema Corte de Justicia, de la Junta Central Electoral, del Tribunal Superior Electoral, de la Cámara de Cuentas. Es decir, de todos los poderes.
La posesión de esas instituciones le ha permitido al PLD gobernar, dirigir al país con todos los vientos a su favor; sin que nada ni nadie le impida hacer lo que quiera.
Corresponde ahora a las agrupaciones que no se han comprometido con el gobierno hacer las alianzas y, en un frente opositor, contribuyan a salvar y a proteger lo que queda de la democracia llevando muchos diputados y senadores al Congreso Nacional que es desde el cual se le puede poner contrapeso a los excesos o desmanes del Poder Ejecutivo bajo el control y orientación del Presidente de la República.