Me perdonan si lo que voy a decir parece una soberana herejía y además muy poco nacionalista, pero la Patria en sentido genérico ya es un término enfermo, muy enfermo, casi en estado terminal, que requiere una rápida revisión semántica, pues parece que esta palabra se está desgastado a toda velocidad por el uso indebido que del mismo han hecho muchas personas y, por supuesto, demasiados políticos politiqueros.
Según se nos inculca desde bien pequeñitos, la Patria no es sólo el país donde por suerte o desgracia y por pura y simple casualidad nacemos, sino una madre por la que estamos, en teoría, dispuestos a hacer todo lo que se nos solicite. Desde padecer grandes privaciones, hasta morir heroicamente por ella.
Las Patrias siempre piden mucho, a veces demasiado. Winston Churchill demandaba a los ingleses nada menos que, la sangre, el sudor y las lágrimas como si eso fuese un rulo del Cibao. De haber nacido Churchill aquí, en este patio nuestro, lo que pudiéramos haberle dado al inolvidable líder británico es el sudor, no nos costaría demasiado por nuestro clima. O las lágrimas pues las soltamos con generosidad viendo telenovelas o cuando entramos a un hospital público. Pero la sangre ya es otra cosa, es escasa, dolorosa y cara, y por ende hay que ciudarla.
Los cubanos, tan fidelistas y guerrilleros radicales ellos, piden nada menos que Patria o Muerte. Ni siquiera le dan lo opción de quedar uno herido en el hombro como les pasaba a los protagonistas principales de las películas de vaqueros, o quedar malheridos aunque sea de gravedad. Eso ya es demasiado.
Y en nuestro país nos piden Todo por la Patria cosa que estamos cumpliendo a rajatabla a través de los múltiples y onerosos impuestos que pagamos, inclusive por adelantado, dando si no todo, un buen pedazo de lolos cuarticos que tan trabajosamente ganamos.
Pero seamos sinceros, la Patria, al menos en países que dicen estar en los carriles del subdesarrollo, devuelve a cambio muy poco, o nada de nada, al ciudadano de a pie. Si no lo cree, vaya al Estado a que le solucionen algún problema urgente de dinero, pongamos por caso que le presten RD$50,000 tristes pesos para resolver una situación de emergencia, cantidad ésta que no es ni siquiera la dieta mensual de un politicastro mediocre. Aunque usted sea veterano de una guerra, con sólo media pierna y un ojo de vidrio como un buen sobreviviente de mil batallas, o muestre las medallas del valor y del sufrimiento en el pecho generoso y desgarrado por la metralla, le dirán que nananina. Para eso están los bancos y las financieras, o que empeñe las joyas de la familia a 120 días en la compraventa La Generosa, pues en esas altas esferas se cocinan cosas más importantes.
Si repasamos los lemas de las Patrias, no vemos ninguno que diga algo agradable y optimista como Patria, Fresas y Chocolate, o Patria y Pan con Mantequilla, o Tu Patria te Ama, Haz el Amor y No la Guerra, lema de los hippies de los 70 que siempre sigue vigente por lo de hacer el amor, o por lo menos alguno más sinceros como la Patria Agradece Poco, o la Patria Sólo Somos los Privilegiados.
Patrias, además, hay muchas. Por ejemplo la patria potestad por la que un buen padre le puede dar sin temor a represalias un buen pescozón a sus hijos, o siete puñaladas a su esposa porque la vio hablando con el vecino. La Patria chica que es el lugar donde nacemos y debería ser aplicado sólo en países que, como el nuestro, no pasa de los cincuenta mil kilómetros cuadrados. Brasil sería, en contrapartida, la Patria enorme, o grandiosa.
La Madre Patria, que se usa en algunos libros de historia, siempre sospechosos de hispanofilia, o de forma protocolar en los discursos para quedar bien cuando vienen los reyes o los presidentes españoles, en plan de turistas, o a vigilar los préstamos o inversiones que hacen o poseen por aquí .
También está la Patria de Todos, que son los milagrosos Estados Unidos que, si bien el término deja mucho que desear en el significado real, si lo es en campo de los sueños por realizar. El American Dream por el que se deja hasta lo más querido, la familia, el país, el colmadito, inclusive el pellejo en las fronteras o en los mares plagados de tiburones esperando la ración de cada semana. Los gringos tienen como lema En Dios Confiamos, y nunca mejor dicho, ya que para sacar la visa, la residencia o la nacionalidad se necesita hasta la ayuda divina.
Pero la Patria que más gusta a todos, especialmente a los hombres, es una tal Patria Rodríguez, una preciosa muchacha color indio, simpátiquísima, con un par de piernas como para dejarse el patriotismo secuestrado en la vicaría para toda la vida.