En sólo un par de meses hemos pasado de ser un país rico que tenía muchos billetes, y sobre todo, mucho oro y reservas de divisas en el gran macuto de las entidades financieras oficiales, a una nación con una necesidad urgente de recaudar sesenta o setenta mil millones de pesos extras, porque si no lo hacemos vamos a coger una gripe económica que no nos salvará ni Checheré, el popular personaje dominicano, ni el famoso Médico Chino, aunque nos aplique repetidamente aquel ungüento curalotodo de Pochun.
Esa es la herencia que, a manera de una broma macabra, le ha dejado el anterior gobierno antes de morir (¿o de quedar en estado hibernación para resucitarlo posteriormente?) al de relevo que tenemos en estos delicados momentos. Porque a sólo unas semanas de encaramarse en el poder, una de las primeras medidas que nos van a aplicar para tratar de paliar el desbarajuste causado por el derroche sin fin, los préstamos alegres, la corrupción institucionalizada, los viajes principescos y tantas otros dispendios, es darnos a comer una buena ración de arepa impositiva de esas que les pegan candela por arriba y candela por abajo, la cual va a seguramente a opacar cualesquiera otras acciones que, buenas malas, tome el Presidente en lo adelante.
No obstante, hay que reconocer que se ha elaborado toda una inteligente estrategia de comunicación previa a la aplicación del paquete fiscal, para que la población lo coja, no lo más suave, sino lo menos doloroso posible. Veamos como funciona.
Primero, se nos deja caer la noticia, como el que no quiere la cosa, de que todo, absolutamente todo, va tener impuestos, desde lo que entra por la boca, como el pan, la carne de res, el cerdo, las tripas, las galletas, los refrescos, las cervezas, y el pollo (¡atención novios que les gusta comer gallina!) …hasta lo que nos rodea, o sea, las placas, las viviendas, los ahorros, los combustibles, el temido ITBIS…y llegando a cosas tan extrañas como la emisión del CO2 (¡atención los que sufren de flatulencias! y los ganaderos que crían vacas, pues estos animales emiten por el «moffler» trasero una gran cantidad de monóxido de carbono) como si fuéramos una gran potencia industrial con altos hornos de acero, o como si tuviéramos una poderosa flota de aviones de guerra, de carga o para transporte, productores de un alto grado de contaminación ambiental.
Todo esto produce, como está previsto, un terremoto de escándalos, de comentarios, de críticas, nos tiramos de los cabellos y nos rasgamos las vestiduras ¡Es el Apocalipsis económico! ¡Viene la debacle de precios! ¡El fin del mundo por la inflación! Después del barullo armado y los millones de comentarios a nivel personal, a las pocas horas, cuando estamos exhaustos de tanto hablar, se nos dice que eso no es así, que fue un error de imprenta, que los alimentos no van a ser gravados por el gobierno, y se produce la natural reacción de alivio ¡Qué respiro, decimos todos! pero el asunto es como si nos anunciaran que nos iban a poner una pierna en el cuello y otra en la espalda, y después nos dicen que retirarán la de la espalda y sólo quedará la del cuello, por lo que podremos seguir viviendo casi tan felices como antes.
Y es muy probable que así sea, pues no será esta la primera ni la última reforma con la que hemos cargado sobre los hombros por abusos de la política, y poco después pasa lo de siempre, subimos los precios en cadena un poco o un mucho más, y dentro de un tiempito más menos largo, a seguir como si nada hubiera pasado. A los que han diseñado la estrategia de salida, sean de aquí o sean de fuera ¡felicidades! Han demostrado ser unos maestros en el uso de la vaselina. De la mediática, claro está.