Iniciamos en esta edición a analizar las Obras de Misericordia espirituales, con la primera sobre la necesidad de la instrucción: enseñar al que no sabe. Esta Obra de Misericordia puede tener dos aspectos: la enseñanza de la fe y la enseñanza escolástica.
En la Biblia no hay división entre la instrucción de un oficio y la transmisión de la fe: formación en la fe, instrucción, educación y disciplina es oficio de los padres. Conjugar estos elementos era orientarlo para una vida recta y fructífera (Prov. 22,6). Corregirlo a edad temprana es señal de una vida larga (Deut 6,5-7) y un futuro lleno de satisfacciones (Ecl 30,1-13). El modelo de las instrucciones de un padre a un hijo lo traen las palabras de David a su hijo Salomón antes de morir (1Re 2,1-9). Enseñar a vivir con justicia es perpetuarse eternamente (Dan 12,3).
En el Nuevo Testamento la responsabilidad de la educación de los padres tiene que ver con la formación de su carácter (Ef 6,4). Jesús viene presentado como el Rabí o Maestro por excelencia (Mt 23,10). Las Escrituras son la mayor fuente de formación (2Tim 3,16-17).
Hoy se escriben miles de páginas diarias sobre educación. Se hacen cientos de congresos anualmente. Se enarbolan programas y se analizan resultados. A nivel global, la UNESCO proyecta estudios y acciones cada 15 años en busca de erradicar el analfabetismo. El informe: “La educación para todos, 2000-2015: Logros y desafíos”, reconocía que en el mundo todavía existen 58 millones de niños sin escolarizar y más de 100 millones que no han terminado la educación inicial. Este estudio constata lastimosamente que la desigualdad educativa en los últimos años se ha incrementado a nivel global.
La Oficina Nacional de Estadísticas en República Dominicana informó que para año escolar 2014-2015 se matricularon, en todos los niveles de educación preuniversitaria, un total de 2,782,826 estudiantes, escenario donde se fragua la base de todo profesional. A pesar del número, los indicadores sobre la calidad de la educación, no son halagüeños: el Foro Económico Mundial nos colocaba en el 2013 en la cola: 138 de 144 países analizados. En el 2015 el Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, Juan Temístocles Montas, reveló que nuestro país se encuentra situado en el lugar 146 de 148 en calidad de la educación que se imparte en nuestras aulas.
La proyección en nuestro país debe empezar a cambiar cuando haga su efecto la aprobación del 4% del Presupuesto Nacional para la Educación, al concluirse la fase de construcción de infraestructuras y se pase a la fase plenamente de formación y actualización de los Maestros y Maestras. Cuando las mejoras en Educación no dependan ni de favoritismos ni de conveniencias personales. Cuando los padres de familia en condición de vulnerabilidad y pobreza sean conscientes que la educación de sus hijos es la puerta de un mundo mejor para ellos mismos.
El Gobierno, con la implementación del 4%, está garantizando lo proclamado por la Constitución del 2010 en su Artículo 63, numeral 3, el cual reza: “El Estado garantiza la educación pública gratuita y la declara obligatoria en el nivel inicial, básico y medio”. Actualmente el Gobierno está exonerando a los padres de familia de su responsabilidad económica con desayuno, almuerzo, útiles escolares y tanda extendida. A los progenitores, les queda velar por una educación de calidad para sus hijos. Un giro copernicano en la educación dominicana. ¡Enhorabuena!
Hoy la educación está al alcance de todos. La edad no es una barrera ni para enseñar ni para aprender. Instruir a la sabiduría humana y a la fe, es abrir las puertas del mundo y del futuro. Educar y formar al que no sabe es un verdadero acto de misericordia, porque sin educación no hay desarrollo ni progreso o como dijo Nelson Mandela: “La educación es el arma más poderosa que existe para cambiar el mundo”.
Consciente de ello, la Iglesia dedica miles de sus Recursos Humanos, para la educación y la evangelización. Construye escuelas, universidades y centro de formación, porque “la educación es un acto de amor, es dar vida”, a decir del Papa Francisco.
¡Bienaventurados, Maestros y Catequistas!