Con el surgimiento en las décadas del 60 y 70 del Movimiento Clubístico, los Grupos Estudiantiles y las Asociaciones de Campesinos Organizados, se levantó al unísono las consignas: «cárceles para los Delincuentes de Cuello Blanco» y «cárceles para los Hijos de Papi y Mami».
Ni la una ni la otra, pues los gobiernos del Partido Reformista Social Cristiano, Revolucionario Dominicano y de la Liberación Dominicana, hicieron oídos sordos, aunque hay que admitir que sí hubo cárceles para los dirigentes izquierdistas y quienes por necesidad se robaban una gallina o un racimo de plátanos.
En el fin de semana, el obispo auxiliar de la Diócesis de Santo Domingo, Monseñor Francisco José Arnaiz, reclamó a los jueces y autoridades no comprometidas con la corrupción y el narcotráfico, actuar sin reservas contra delincuentes de «Cuello Blanco».
El reclamo de tan responsable autoridad, es y ha sido el reclamo de casi la totalidad de los dominicanos, que entienden que los delincuentes de cuello blanco, tienen que dormir en las cárceles, para que no sigan sembrando la semilla de la corrupción, el narcotráfico y el crimen organizado.
Los señores que fueron seleccionados y juramentados como Jueces de las Altas Cortes, todos están compelidos dar una respuesta contundente a Monseñor Francisco José Arnaiz, porque sería una vagabundería de su parte alegar ignorancia, como así exhibieron autoridades judiciales del pasado reciente. Si los jueces no reaccionan, reivindiquemos la consigna: «A las cárceles los delincuentes de cuello blanco».