Ahora los plásticos se están poniendo de moda, ya que es el nuevo argumento de los conflictos ente Haití y la República Dominicana, países que otra vez andan a la greña comercial, debido a que nuestros vecinos isleños vienen imponiendo una progresiva política de limitar la importación de nuestros productos.
Ya ha sucedido con el socorrido pollo y sus hijos en proyecto, que son los huevos, el pobre y vilipendiado salami, y ahora les toca a los plásticos con el argumento, no muy bien aclarado, de su contaminación personal y ambiental.
Al respecto han opinado docenas de comentaristas de todas las sabidurías y de todas las ignorancias posibles, y algunos con ánimos tan encendidos, que poco han faltado para recomendar la invasión y conquista de Haití. Pero lo que nos interesa aquí, conflicto e intereses legítimos entre ambas naciones aparte, es el asunto de los plásticos en sí mismos, y del grado de contaminación que pueden afectar no sólo a los compradores haitianos, sino a nosotros los dominicanos, que por ser fabricados en casa propia los utilizamos en mucha mayor frecuencia y profusión.
Es importante conocer que, en el proceso de fabricación de los plásticos para lograr mayor flexibilidad y resistencia, se utiliza un aditivo denominado Bisfenol-A, sustancia contaminante que por contacto o por inhalación entra en las hormonas, y afecta en consecuencia el metabolismo, la tiroides, el desarrollo neuronal e incluso la reproducción humana.
De ahí que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) desde el año 2006, como precaución ha venido restringiendo drásticamente el uso de esa sustancia en chupetes y biberones, debido a que los niños europeos hasta los tres meses estaban sometidos a 4.000 nanogramos (un nanogramo equivales a la millonésima parte de un gramo) por kilo y día, reduciéndose en la actualidad a sólo 136. En los adultos dicha disminución también ha sido muy significativa, puesto que pasó de una exposición de 1.500 nanogramos a 132, cantidades ambas que están por debajo del 1% máximo que la EFSA consideró como seguro. Pero además de en los chupetes (bobos) y biberones, el Bisfenol-A también está presente en otros muchos productos como juguetes, envases, cremas y hasta en los papeles térmicos.
Llegados a este punto, vienen no una, sino varias de las preguntas del millón ¿Los plásticos que se fabrican y exportan con el sello ¨ Made in R.D. ¨ utilizan el Bisfenol-A? De ser así, que es lo más probable ¿Qué cantidad de nanogramos tienen como exposición, tanto a niños como adultos? ¿Superan o no el 1% como límite de seguridad? A estas principales interrogantes, de las que cabría esperar sesudas y contundentes respuestas, le siguen otras no menos importantes.
¿Hay algún organismo que regule el uso del Bisfenol-A en los plásticos o está al libre criterio quienes los producen? ¿Tenemos la capacidad para saber lo de la exposición a la contaminación en nanogramos u otras de esas medidas enanas que ahora se estilan? ¿Alguien debe comunicar a los consumidores las posibles consecuencias a corto, mediano o largo plazo para las personas, animales, plantas y la madre tierra?¿Algún Chapulín tipo Digenor, o los bomberos de Tamayo, puede venir en nuestra ayuda?
Creemos que los dominicanos, además de despotricar por las prohibiciones, deberíamos exigir también el saber sí y cómo los plásticos nos pueden estar afectando. Pero no deja de ser curioso que un país como Haití, con tantos y tan profundos problemas de pobreza, sanidad, educación, vivienda, y mil aspectos más de capital importancia económica y social, se preocupe tanto por los plásticos dominicanos. Cómo que hay gato dentro de macuto…gato y macuto de plástico, claro está.