En el artículo anterior titulado: “El día séptimo de la semana”, Segunda Edición del mes de agosto 2020, Nro. 782, Pág. 27, hablamos sobre el sábado. Constatamos que las religiones con influencia del judaísmo tienen el sábado como su “Día dedicado al Señor” o feriado (El islamismo, el viernes), mientras que el cristianismo, asumió “el primer día de la semana”, el domingo, como el “Día del Señor”.
Desde que los Apóstoles rompieron con el judaísmo y abandonaron las Sinagogas, el tiempo cristiano pone su mayor énfasis en el domingo y, al interno de los 52 domingos del año civil, el más importante es el “Domingo de la Resurrección del Señor”, día en el cual Jesucristo, re-crea toda la obra de Dios (Col 1, 13-22) y sobre el cual gira el Año Litúrgico.
Aunque no existe con precisión una fecha, después de la resurrección de Jesús, paulatinamente los cristianos empezaron a reunirse los domingos, el día en el cual Cristo resucitó. Este cambio tiene sentido, debido a que domingo, en griego, “κυριακῇ ἡμέρᾳ” significa “Día del Señor” (Ap 1,10), igualmente en latín: Dominus (Señor)–dominica dies, de donde deriva en español y las lenguas neolatinas, a excepción del inglés y alemán, más cercanos a la Mitología Griega: ἠέλιος ἡμέρᾳ–Sunday y Sonntag o “Día del Sol”.
Como vimos en el artículo anterior, Jesús quiso eliminar los aspectos legales que ataban las prácticas religiosas de los judíos en sábado (Mt 12,8) y los Padres de la Iglesia, ya al inicio del Segundo Siglo nos confirman que era una práctica arraigada, lo que nos narra Hechos 2,42 acerca de la costumbre de los cristianos de acudir “asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones”, en domingo o “el primer día de la semana (Hch 20,7).
Los primeros cristianos comprendieron que este es el día en el cual Jesús deseaba que se les ofreciera culto: en domingo él resucitó, se les “apareció” repetidamente a sus Apóstoles después de la Pascua y comió con ellos. De esta manera, releyeron la Creación en clave de resurrección y comprendieron “el primer día de la semana” como el “octavo día” –después del día séptimo judío–, día del inicio de un mundo nuevo o del mundo futuro (Mt 28,1; Mc 16,1-2; Lc 24,1; Jn 20,1).
Este día es tan importante para el cristianismo que, ya desde la antigüedad, estaba prohibido ayunar en domingo y solo se permitía orar de pie, nunca arrodillado, porque la oración de pie evoca simbólicamente a Jesús resucitado que vence la muerte. Debido a esta práctica, Constantino, en el 321, declara el domingo día no laborable, comparado al sábado judío. El Sínodo de Laodicea (363) prohíbe las reuniones de los cristianos los sábados y las oficializa el domingo.
El Código del Derecho Canónico #1247, afirma: “El domingo y demás fiestas de precepto los fieles tienen la obligación de participar en la Misa; y se abstendrán además de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor, o disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo”. Asimismo, los Mandamientos de la Iglesia Católica, disponen “participar de misa entera todos los domingos y fiestas de guardar”.
En el Catecismo de la Iglesia Católica #2175, leemos que el domingo “realiza plenamente, en la Pascua de Cristo, la verdad espiritual del sábado judío y anuncia el descanso del hombre en Dios. Porque el culto de la ley preparaba el misterio de Cristo, y lo que se practicaba en ella prefiguraba algún rasgo relativo a Cristo (cf 1Co 10,11)”. Es tan importante guardar el domingo, que la Iglesia solicita a “los poderes públicos [que] deben asegurar a los ciudadanos un tiempo destinado al descanso y al culto divino. Los patronos tienen una obligación análoga con respecto a sus empleados” (Catecismo, 2187).
Las iglesias de la Reforma Luterana dejan en libertad a sus parroquianos. Algunos se esfuerzan en participar al menos 4 domingos al año del culto en el cual se celebran sus eucaristías. Dichas iglesias no admiten la participación de sus fieles, en sus eucaristías, sin comunión.
Podemos concluir afirmando que las Iglesias que mantienen su día consagrado al Señor en sábado, son teocéntricas, es decir, Dios es en el centro de su culto, por lo tanto, viven fundamentalmente la fe desde el Antiguo Testamento (AT–Antigua Alianza: Pacto de Moisés sobre el Monte Sinaí, Ex 19); las que han asumido el domingo, son cristocéntricas, es decir, Cristo Resucitado es el centro, por lo tanto, sin perder de vista el AT, su fe la viven desde el Nuevo Testamento (Nueva Alianza: Pacto de Cristo sobre la Cruz, Jn 19).