Creemos que la única solución para que el país eche de verdad para adelante es pensar en una especie de fidecomiso modernizado, algo así como una colonia virtual, y de manera más concreta, con la Unión Europea.
Esto así, no porque seamos tan tontos e ineptos que no podamos gobernarnos a nosotros mismos, sino todo lo contrario: porque somos demasiado listos y habilidosos para el, y por eso las cosas nunca han podido funcionar como Dios manda desde que se fundó la República.
La solución propuesta, a grandes rasgos, operaría as: Traeríamos 1.000 ingleses para encargarse de la administración pública, han demostrado ser excelentes funcionarios para gestionar sus dominios. Canadá, Australia, Nueza Zelanda y otros, aún cantan loas a la reina Isabel y llevan el escudo británico en sus banderas. Se acabó así el derroche, meter la mano dónde no se debe, y la cogioca.
Traeríamos también otros 1.000 italianos para que se encargaran exclusivamente de las cosas del arte, Miguel Angel, Leonardo, Bernini y otros muchos genios los avalan en ese campo, pronto las pinturas, esculturas y las artesanías locales lograrían además de fama, las más altas cotizaciones en las galerías de los cinco continentes.
Traeríamos 1.000 españoles para que manejaran las cosas del turismo, su destreza para el manejo de hoteles la conocemos de sobras en la costas norte y este. Así multiplicaríamos el número de turistas detonas las latitudes y el ingreso las monedas duras como el euro, la libra, o el dólar, mejorando enórmenente nuestra reserva de divisas.
Traeríamos otros 1.000 franceses para encargarse de la alimentación y elevar nuestra gastronomía hogareña y de restauración hasta cotas impensables. La deliciosas sopa bullavesa humearía en las casas, y el paté de foie y el verdadero cavernet savignon acompañarían nuestras comidas. La talla promedio de la población aumentaría un par de pulgadas y luciríamos siempre hermosos y coloraos.
Por último, traeríamos 1.000 alemanes, tan científicos, puntuales y cumplidos ellos, para que se encargaran de motorizar la industria y salir del prehistórico sistema del envasado y la maquila que nos subyuga e impide ser competitivos y conquistar mercados mundiales de tecnología digital avanzada.
Lo único malo, es que a los seis meses de implantar este sistema, cuando vayamos donde el grandote de Fritz, para que nos repare una pieza de la maquinaria dañada, nos responda balanceándose plácidamente en su hamaca, con una fría cerveza local en la mano, y en su inconfundible y gracioso acento alemán: ¨ No fuñas, Ramoncito, ven la semana que viene, que ahora estoy ocupado ¨…
Y es que el peculiar carácter del dominicano, forjado con las materias primas del africano, el europeo, el aborigen y mil leches importadas más, es tan fuerte, abierto y contaminante, que puede con todos los experimentos o soluciones extraordinarias que nos propongan. Somos así y así somos, afortunadamente…