En el último siglo, Alfred Marshall Mcluhan es uno de los filósofos de la comunicación que mayores aportes ha hecho al mundo de las comunicaciones, es, quizás, el que más; este prohombre, preocupado, visionario, futurista, publicó varias obras como “La Galaxia de Gutenberg”, “La comprensión de los medios como extensiones del hombre” y “El medio es el mensaje”, entre otras le hicieron meritorio para que el mundo de la comunicación filosófica lo bautizara como El profeta de la era digital.
Entre sus contribuciones se puede destacar el de haber sido el primero que visualizó la internet como un recurso, y esto lo hizo en la década del 30, cuando todavía no era posible pensar en esta modalidad de comunicación. La potencialidad de la internet, (como es natural, sin nombrarlo por su nombre de internet), la predijo a partir del engarce de premisas que por su estructura obligarían al surgimiento de un recurso que nos permita pasar de una comunicación de uno a uno, a una comunicación selectiva de uno a muchos, es decir, que la primera transición de la comunicación consistiría en pasar de uno a uno, a dé, uno a muchos, pero los medios masivos traerían tanta información, que los receptores desarrollarían recursos que seleccionen cuáles de esas informaciones son las que interesan al individuo, por qué, para qué y de qué forma le interesan. Alrededor del 1936, Mcluhan hablaba del internet.
Dos premisas básicas sostienen la teoría filosófica de Mcluhan, la primera: es que somos lo que vemos y la segunda plantea que formamos las herramientas y las herramientas nos forman; hoy, algo más de 80 años después, los filósofos actuales de la comunicación y los futurólogos tienen que admitir la vigencia actual de estos conceptos y hasta a entender que fueron tan precisas en su momento, como heurísticas hoy, es decir que siguen generando además de teorías, comprobaciones prácticas.
Por ejemplo, yo personalmente, primero cambiaría el orden de las premisas y agregaría a la que defino como primaria una pequeña ampliación en su dimensión. Yo la formularía en la actualidad de la forma siguiente: “Formamos las herramientas y estas nos transforman”. Agregaría el prefijo trans, para dar la justa dimensión de lo que pretendo explicar más adelante.
A la segunda premisa le cambiaría algo del orden formulándola así: “Producto de la formación por las herramientas, somos lo que vemos”.
Marshall Mcluhan fue el primero que utilizó el concepto de medios cálidos y medios fríos y para su clasificación utilizó los criterios de la fuerza de la densidad informativa y la inducción a la participación y con esto los agrupó, definiendo como medios fríos a : La TV, El teléfono, las conversaciones y los seminarios entre otros. Los cálidos de acuerdo a su clasificación son: La radio, la prensa, el cine, la fotografía y las conferencias. Si el teléfono fue incluido entre los medios fríos, sospecho que el celular en su esencia hubiese caído en la misma clasificación de haber existido cuando él hizo su clasificación, aunque si se hace un análisis global del celular, sus funciones y su capacidad de manipular, quizás el mismo Mcluhan hubiese agregado otra categoría, tal vez la categoría “nevera”, porque en realidad el celular parece que además de comunicar, otro gran agregado, pero de carácter negativo es el enseñar a las personas a ensimismarse y a desarrollar capacidades para aislarse en colectivos y a personalizar la atención en el celular más que en las personas.
El otro día confirmé mi teoría del aislamiento colectivo, cuando en el restaurante de un club de profesores de una universidad, próximo a donde me encontraba sentado habían 4 mesas ocupadas cada una con lo que se podría definir como una familia en cada una de ellas; sin embargo la frialdad colectiva generada por los celulares era espantosa; en las mesas, unos frente a otros todos con su celular a mano, sin ningún tipo de intercambio de palabras, ni mucho menos de miradas, cada uno estaba dentro de su celular. Así note que solo intercambiaron palabras cuando el mozo libreta y lápiz en mano preguntó por la orden. Dada la orden volvió el celular a ser el dueño del grupo; llegaron los servicios, y como comiendo no se habla, no hubo intercambio durante la ingesta. Se repitió el comportamiento con el postre y de nuevo la soledad compartida y el celular se adueñaron de las mesas.
Mirando mi entorno pensé que si Mcluhan hubiese vivido en estos tiempos, posiblemente estuviera postulando una nueva teoría que perfectamente podría tener como nombre algo así como: La robotización de la frialdad, y posiblemente en ella estaría contemplado que la frialdad humana que está produciendo el celular, más que un medio de comunicación, podría definirse como una fábrica de robots.
Cuando salía al parqueo a buscar mi carro, le pregunté al profesor que me acompañaba, quien también tenía celular en mano y este confirmó mi sospecha, eran parejas de esposos con sus hijos. Camine hacia mi carro, acompañado por la tristeza por lo vivido, y con el dolor de tener que aceptar “cuánta razón tenía Mcluhan”.
Jota Jota