Cuando en agosto de 1963 el líder negro Martin Luther King, pronunció su trascendental y ya histórico discurso Tengo un sueño, su convocatoria llegó a reunir una multitud que se estimó entre 200.000 y 300.000 personas, en la denominada Marcha sobre Washington, reclamando, con toda justicia, la aprobación de la Ley de los Derechos Civiles, en unos Estados Unidos cuya población para ese entonces alcanzaba los 195 millones de habitantes.
Si sacamos el lápiz y la calculadora, vemos que la representatividad era de 1 manifestante por cada 650 ó 975 ciudadanos norteamericanos, según se tome como base dichas cantidades de asistentes. No obstante esta pequeña proporción, 200.000 personas de 195 millones, debido a lo crucial de las demandas, el carisma de Martin y el formidable despliegue mediático a nivel nacional e internacional que se llevó a cabo, el poder de reivindicación que alcanzó, fue tal, que lograron la aprobación de dicha Ley en 1965, apenas dos años después y a pesar de la fuerte resistencia de amplios sectores radicalmente opuestos a la misma.
Cincuenta años después, en septiembre del 2013, en Catalunya, con una población algo superior a los 7.500.000 habitantes, se produce una manifestación record conocida como la Vía Catalana formando una cadena humana cifrada entre 1.600.000 y 1.800.000 personas, recorriendo de norte a sur una longitud de 400 kilómetros, demandando con las manos unidas y a viva voz, la independencia de esa Nación.
Si volvemos al lápiz y la calculadora, vemos que acude 1 manifestante por cada 4.7 ó 4.1 de sus habitantes, de acuerdo a las dos estimaciones anteriores, y la representatividad catalana se eleva nada menos que entre 158 y 207 veces mayor que la lograda por Matin Luther King.
Pero aún hay más. Según las últimas encuestas, aceptadas hasta en los más recalcitrantes sectores oficiales del Gobierno, los partidarios de la independencia de Catalunya en estos momentos suman más del 54% de su población, mientras que los que desean mantener el actual estatus de unión con España, apenas alcanza el 24%. Siguiendo con el significado real de las proporciones, los primeros son más del doble que los segundos, y esa cantidad se llama mayoría absoluta en los torneos electorales modernos.
De manera paralela a la marcha de de Washington, las demandas de Catalunya son de importancia capital para el país, Europa y el mundo. Tenemos no uno, sino varios líderes con gran poder de determinación política y un excelente despliegue de medios que comunican lo que hacemos y demandamos a través de todo el planeta. Es lógico pensar asimismo, que en un plazo igualmente breve, dichas demandas se traducirán en realidades.
Llegados a este punto en que los números hablan de manera tan clara, podemos afirmar que los deseos de independencia de Catalunya se apoyan además de una innegable trayectoria histórica milenaria, en la legitimidad que brinda una voluntad mayoritaria, que por demás, quiere expresarse en las urnas, dentro del más estricto juego democrático de manera libre, voluntaria y pacífica.
Cabe preguntarse si la representatividad de 200.000 ó 300.000 personas en los Estados Unidos logró sacar adelante, contra los enormes los vientos y mareas de la segregación racial de esa época, una de las leyes igualitarias de mayor impacto en ese país, con repercusiones innegables en el resto del mundo ¿qué no pueden lograr la expresión de 1.600.000 ó 1.800.000 catalanes lanzados durante horas en calles, caminos y carreteras de todo su territorio, agitando las banderas esteladas en las manos, o llevándolas atadas sobre las cinturas o sus hombros?
Esta es una fuerza social tan fuerte como la de la fe, capaz de mover montañas, y habrá de mover sin duda alguna las otras montañas de prejuicios e intereses que siempre han tenido que enfrentar las cuestiones centrales de Catalunya.
Claro que hay unas diferencias significativas que debemos tener muy en cuenta.
Mientras en los Estados Unidos gobernaba Jhon F. Kennedy, un presidente carismático y democrático que se arriesgó y hasta dio su vida por defender los derechos de las minorías de color, en España gobierna un presidente más empeñado en defenderse a él mismo, y a sus colaboradores más cercanos de las gravísimas acusaciones de corrupción en contra suya y de su partido, así como del desprestigio de una penosa gestión basada en recortes en todas las áreas sociales prioritarias, que han degradado como nunca el nivel de vida de la mayoría de los ciudadanos y de paso le ha valido el retiro del 30 % del apoyo del electorado.
Mientras en los Estados Unidos gozan de una constitución modelo entre modelos, donde una de sus propuestas fundamentales, la primera en la historia, es el logro de la felicidad de sus habitantes, la constitución española es cerrada a cal y canto sobre los reclamos de de una parte muy importante de sus ciudadanos cuyos deseos de independencia, están avalados por los números que los expresan de manera indiscutible. Y son estos números que, en sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, hablan claro y alto de que nuestra lucha, inteligente y civilizada, nos lleva hacia la independencia de nuestra amada Catalunya.