Aunque a ustedes les pueda resultar difícil de creer, en el mundo convulsionado y cambiante en que vivimos existe un país, único en su especie, en el que en su diario acontecer no pasa nada. Nada de nada. Nada en absoluto.
Y no es una Nación reciente que acaba de independizarse, pues ya tiene siglo y medio largo de fundada, sino que tras un acuerdo unánime, sus habitantes han decidido cambiar su antiguo y sonoro nombre por el de Nopasanadalandia, que si bien es bastante largo y un tanto difícil de pronunciar, responde mucho mejor a la manera de ser y actuar de sus ciudadanos y, sobre todo, a la filosofía permisiva y el gran ¨ laisser faire¨ de manga ancha de sus gobernantes.
Es un país precioso, que goza un clima ideal, con paisajes y playas increíbles, en cual el 60¨% de su población nada de manera excelente, porque debe pasar a cada momento el Niagara económico, sin bicicleta ni salvavidas.
Pero como sus gentes son bonachonas hasta lo último, al no suceder nada de nada, son absolutamente felices.
En Nopasanadalandia, sus habitantes pagan, de manera sorprendente, una de las tarifas eléctricas más caras y desproporcionadas del planeta, por una energía de mala calidad, con apagones tan frecuentes como molestos, y a pesar de que los sucesivos gobiernos les vienen prometiendo soluciones al asunto durante medio siglo, la situación sigue igual, y hasta empeora. Pero al final del cuento y de los muchos cuentos que les hacen, allí no pasa nada.
En Nopasanadalandia, se roban de manera descarada, y repetidas veces, las tapas de alcantarillas, los postes kilométricos, las barreras de las autopistas, las vallas y verjas de recintos y parques, los cables del alumbrado público, las estatuas y cualquier objeto que contenga o huela a metal, en perjuicio de los servicios de sus pobladores, pero, en Nadapasalandia, como bien lo dice su nombre, no pasa nada.
Los nopasanadalandeses, que ese es su nuevo gentilicio, soportan como nadie que sus autoridades soliciten alegres préstamos internacionales para resolver cosas que a la postre nunca se resuelven, hasta llegar a acumular deudas insostenibles, por lo que es necesario llevar a cabo numerosas y severas reformas fiscales, en deterioro del menguado poder adquisitivo de sus habitantes. Y, como ustedes ya sabrán, no pasa nada.
En Nopasanadalandia se conceden contratos estatales de minería, explotación de peajes de carreteras o generación eléctrica sumamente curiosos, en los que el país obtiene ganancias pírricas, o de manera inexplicable, le producen pérdidas de miles de millones de pesos anuales, los cuales, sus ciudadanos pagan con gusto de sus maltrechos bolsillos ¿Saben qué les pasa a los responsables de esas negociaciones? Adivinaron: nada de nada.
En Nopasanadalandia sus altos funcionarios, aún perteneciendo a un país pobre, cobran remuneraciones muy superiores a las de presidentes y altos dignatarios de naciones con gran desarrollo, poderío y prestigio internacional, y también muchos otros, a los pocos años se retiran de sus cargos con enormes pensiones que les son concedidas por los gobiernos, o en el colmo de la auto generosidad, hasta por ellos mismos. Por ser la población tan tolerante, comprensiva y amistosa, todo se hace sin que pase nada.
Nopasanadalandia, es famosa sobre todo por que muchos políticos comienzan su carrera sin un centavo en los bolsillos, y acaban en un breve periodo de tiempo, multimillonarios hasta las cejas, y por ostentar sin complejos y hasta de manera provocativa, por tierra, mar o aire, sus riquezas obtenidas. Todo ello sin que nadie los controle, los fiscalice, ni las denuncias que se hagan en su contra puedan prosperar.
Y esto sucede en paz y armonía porque sus habitantes poseen tanta generosidad, tanta magnanimidad, tanto aguante, que, en efecto, en esa tierra maravillosa no pasa nada de nada.
¿Dónde está la fascinante Nopasanadalandia? Como más o menos dicen en las promociones de las películas Véala en una isla tropical muy cerca de Usted.