Los que estamos en esas cosas del marketing sabemos bien que un plan de mercadeo para cualquier empresa implica el estudio de muchos factores: los objetivos, los productos, los precios, las estrategias, las tácticas, la publicidad, la promoción, la investigación, la factibilidad, el mix, las segmentaciones, los target y un montón de cosas más, grandes esfuerzos y recursos para que un proyecto comercial tenga las mejores posibilidades de éxito, y aún así es impresionante la cantidad de productos – más del 80% – que se lanzan con un enorme costo económico y fracasan a los pocos meses de su introducción.
Pero con el tiempo y la observación nos hemos dado cuenta de que existe, en contraposición, lo que denominaremos el Marketing de los Pobres, el cual no conlleva nada de la anterior parafernalia de acciones pero a cambio es suplido por enormes dosis de pura intuición, tan necesarios para sobrevivir en nuestro medio.
O si no, díganme como una carne tendida a sol, lluvia y sereno, a humo de carro y polvo de camino dura todo lo que dura –que es mucho tiempo- guindando de un triste palo. Trate usted de hacer lo mismo y verá como al poco rato sus costosos filetes de Angus importado acaban llenos de moscas y en el zafacón.
¿Y las manzanas, uvas y peras en el tarantín de la calle que pasan meciéndose días enteros esperando los compradores navideños?, cuelgue usted esas sabrosas frutas, a las seis u ocho horas están más oxidadas que un hierro de barco viejo.
¿Y el hielo de los frío, frío? tapado con un simple saco viejo y medio roto recorre la cuidad entera en los días más calurosos y, raspón tras raspón, aguanta como un hombre el asunto de volverse agua. Haga usted igual, cubra una barra helada con el más costoso paño y verá que se le derrite más rápido que una quinceañera enamorada
¿Y los pescados colgados todo el día a pleno sol en la orilla de la carretera? Cuélguelos usted mismo y sabrá muy pronto lo desconsiderado que hiede un peje descompuesto ¿Y qué decir de los paleteros?, sin estudios previos de ubicación siempre están emplazados en el punto exacto y en el momento preciso donde los carros se detienen o van más lentos y es más fácil alargar la mano y tomar el paquete de cigarrillos, la menta o los fósforos y, además, llevar a cabo lo más rápido posible las operaciones de de pago y devuelta. A
Así podríamos continuar con los puestos de frutas, las fritangas, los ventorrillos, los mata y vende chivos, las esquinas de motoconchos, los gomeros, los micro pulgueros, los limpiavidrios y mil negocitos más para buscárselas como y donde sea posible. ¿Qué aplica el Marketing del Pobre para subsistir ?¿ la sabiduría mercadotécnica ?: no ¿ la ingeniería comercial ?: menos ¿ la ciencia del management ? : ni soñarlo, sólo puro instinto de conservación y tenacidad, sólo pura necesidad de respirar o morir por asfixia económica. Tal vez los profesionales del marketing ortodoxo, los del Marketing de los Ricos, deberíamos fijarnos más en ello.