Nos encontramos en un panorama donde atracar, robar y matar se está convirtiendo en una novela, en una película de comedia, ya que son muchas las personas que suelen reírse cuando se enteran que a fulano o a mengano le quitaron el celular, se metieron en su casa y le llevaron el inversor; el chofer de concho que le robaron la batería; la mujer que iba caminando tranquila y de un pronto apareció un motorista y le llevó la cartera. En fin, son tantos los hechos que ocurren a diario, que ya la población no encuentra qué hacer.
Aparentemente se ha hecho de todo para resolver el problema de la inseguridad ciudadana y no se ha logrado nada. Tan compleja se ha vuelto la situación que ya es un cliché en el lenguaje de las personas hablar de inseguridad, pues se ha convertido en costumbre dialogar y analizar este tema en cualquier espacio público, pero sin llegar a ninguna acción determinada, porque después que todos llegan a su destino, todo se queda en la expresión que conocemos, “esta historia continuará…”.
El tema de la inseguridad social no es ni político, ni religioso ni cultural, es sobre todo, humano. Hasta que se continúe viendo como un tópico de agenda de gobierno o de un grupo determinado, se seguirá haciendo planes, que al final, se volverán planetas muy grandes. Ya que se debe comprender que es un mal de todos, y que por lo tanto, se hace necesario la colaboración de la ciudadanía completa para formular estrategia conjunto.
Hay que tener presente que la solución de este problema no se logrará un día ni con una temporada de patrullaje del ejército o la policía nacional con el objetivo de meterle miedo o asustar a los delincuentes. Eso no basta, aunque ayude. Pues, como dice Rafael Álvarez, en esos días los delincuentes se lo toman de vacaciones y regresan cuando el tiempo de vigilancia comienza a disminuir.
El dilema mayor, según mi parecer, es que se atacan las consecuencias y no las causas. Me explico, en el país hay muchos niños, adolescentes y jóvenes, deformándose en la calle, consumiendo toda clase de vicios, mientras que la familia, la policía, la junta de vecinos, la gente del barrio, las escuelas, entre otros., lo saben y hacen el mínimo esfuerzo para hacer algo al respecto. En otras palabras, hay una indiferencia generalizada y una falta de coraje, que no permite que esta situación cambie.
Lo triste de todo esto, es que a veces se espera lo peor. Se suele actuar cuando le quitan la vida a una persona muy reconocida en la sociedad, para tener una razón justificada para implementar planes y proyectos con la finalidad de iniciar un proceso de mejoramiento de dicha situación. Cuando en realidad debería ser todo lo contrario, es decir, proceder antes de que muera cualquier ser humano, porque todos somos importantes en la vida, cada individuo que muere, es un dolor para una comunidad.