Cada cual lleva en su piel unas huellas que narran un pasado removido por circunstancias, personas y/o decisiones, que a la larga puede que definan la razón de ser de nuestro carácter o nuestra forma de ser.
Hay eventos que marcan.
Quizás cosas que nos hicieron o nos dijeron, cuyo peso y detalles guardamos en nuestra memoria.
Las heridas que curan solas suelen dejar horrendas cicatrices.
No hablar de sufrimientos causados por la gente que uno ama, pueden quedarse ahí dentro, haciendo más mal que bien.
Hay que dialogar, manifestar un malestar, expresar un dolor emocional, porque callarlo puede acabar por hundirnos.
Es importante y altamente recomendado hablar con alguien en capacidad de escuchar y ayudar a manejar emociones difíciles en nuestras vidas.
Una cicatriz es una señal del pasado. Nótese que no hablo de heridas, sino de algo que la sucede. Para quien puede ver una cicatriz en piel ajena, es bastante fácil intentar cuestionar su historia.
Para quien lleva la marca, quizás no sea tan agradable contar los detalles, debido a que pudo ser frustrante, humillante o quizás porque aún duela hablar de ello o tan solo recordarlo. Por otro lado, quien tiene en su cuerpo la cicatriz pudo haber aprendido alguna lección y sentir orgullo de contarlo o satisfacción de recordarlo.
Un niño a quien se le hacía una entrevista debido a que había sido víctima del ataque feroz de un cocodrilo hambriento, narraba como de asustado estuvo, al ver que mientras jugaba a orillas de un lago que se consideraba seguro, fue atacado por un animal que superaba su tamaño y sus fuerzas.
Aquel animal con boca sin fin, le mordió en el pie izquierdo y le arrastraba hasta las aguas, como si se tratase de un papel.
La madre se apresuró a socorrer a su bebé y no tuvo temor de luchar contra el furioso y fuerte animal. Ya el agua subía sobre sus rodillas y sujetaba por los hombros al pequeño con toda la fuerza posible.
El cocodrilo al sentir aquella resistencia empezó a girar y tras hacerlo logró desprender del niño la piernecita, dejando en brazos de su madre al pobre niño desmayado.
La madre sacó al niño y fue llevado al hospital.
En medio de la entrevista el conductor del programa le pidió al niño mostrar la prótesis que llevaba. Este le muestra y con una mirada muy seria dijo; Esa no es la cicatriz más significativa de aquel día. La audiencia completa se quedó muda esperando a mirar cuál habría sido entonces la cicatriz a la que aquel valiente niño hacía referencia.
El niño se quitó la camisa y mostró una cicatriz en ambos hombros. Allí estaban marcadas las 10 uñas de su madre.
La madre evitó la muerte de su pequeño y para ello usó toda su fuerza.
El niño contó que de vez en cuando sentía dolor en el resto de su pierna por la mordida del cocodrilo, pero que ya solo le interesaba hablar de las cicatrices por las que su vida fue salvada.
En ocasiones guardamos el recuerdo de algún trato que se nos haya dado y no valoramos objetivamente la intención. Solo nos enfocamos en la acción.
Se me antoja invitarte a meditar en lo siguiente:
¿Reconoces en ti cicatrices de amor?
¿Reconoces que alguien te lastimó intentando ayudarte?