Los años transcurren rápido. Hoy naces y mañana te das cuenta que todo ha cambiado. Nos pasa de todo en el trayecto de la vida. Quizás detenerse para analizar el arsenal de experiencias que hemos acumulado a lo largo de nuestra existencia no sea de agrado para muchos. Porque conocerse a sí mismo, no es tarea fácil, por esta razón, algunos gastan más tiempo conociendo a los demás, que así mismo. Aunque Pitágoras cierta vez expresó:“Si quieres conocer a los demás, conócete, si quieres conocerte, conoce a los demás”. Es decir, que por más que nos alejemos de nosotros mismos, siempre nos veremos en el espejo del otro.
Hay que saber dónde están parados nuestros pies. Darnos cuenta que estamos haciendo con la vida que Dios nos ha regalado, ya que hacer muchas cosas diariamente, no es necesariamente estar viviendo. Las personas que más se afanan y se agobian, son muchas veces la que menos vive y logran disfrutar de todo lo creado en el mundo. Por eso se suele confundir existir con vivir. Todos existen desde el mundo que reciben un aliento divino. Se comienza a vivir, en cambio, cuando nos damos cuenta lo que hacemos y la razón que nos mueve a ello.
Cuando una persona sólo existe y no alcanzar dar el paso al vivir, los errores forman parte de su rutina diaria, y comienza a echarle la culpa a Dios de los tropiezos con lo que va chocando. Cuestiona todo lo que le rodea, pero no es capaz de cuestionarse a sí mismo. No tiene tiempo para detenerse, hacer un stop y salirse de las actividades programadas que la misma sociedad le ha preestablecido y pasar balance de sus actitudes interiores y exteriores. Porque detenerse en este caso, no es retroceso, es más bien, ser sabio y cambiar la estrategia del juego de su propia vida, con el único fin de obtener las estrategias adecuadas para ser feliz.
Quien vive a cada instante, en el día a día, aprende algo nuevo, sabes de dónde viene, quién es, hacia dónde se diría. Mientras los demás están dormidos, distraídos y haciendo todo lo que hace el montón, da un paso cada más a la felicidad. Ve en los otros, lo errores que cometía antes. Es capaz de hacer un examen de conciencia constantemente para seguir cambiando su vida. Entiende que debe cuidarse, porque puede caer en volverse anestesiado como la mayoría, sin obtener ninguna solución.
En la vida se aprende despierto y consciente. Nadie puede darse el lujo de ver como su ser personal, se lo lleva el viento y quedarse como si nada pasara. Quedándose paralizado y dejando que el mundo le caiga encima. Caerse y levantarse, es lo que debemos saber en cada ocasión de nuestro recorrido. Porque la existencia no es línea recta. Tiene forma de escalera, donde existen subidas y bajadas, haciéndote cada vez más humano y más maduro. Haz un inventario. Revisa tus ganancias y tus perdidas. Mírate al espejo y pregúntate seriamente, ¿realmente he vivido?…