Es justicia y no caridad lo que el mundo necesita, inquirió la filósofa Mary Wollstonecraft, al referirse a la equidad real entre los seres humanos. Porque, la entereza, emana de la dignidad humana, independientemente de si eres hombre o mujer.
Santo Tomas de Aquino, maestro, teólogo, metafísico, aseveraba, que la justicia sin misericordia es crueldad. Por eso, quien procede injustamente es más desgraciado que la víctima de su injusticia, decía el filósofo Demócrito, al hablar del humanismo ético. Estas premisas descritas, son nodales al abordar la situación que atraviesan las niñas y las adolescentes en nuestro país. Ante la flexibilidad de las normas, persecución y judicialización de quienes vulneran sus derechos humanos. Frente a la complicidad de familiares y allegados.
En nuestra población un importante segmento de niñas y adolescentes sufren pobreza, hambre, inseguridad alimentaria, padecimientos de salud, acceso a educación, y faltas en la igualdad de género, temas parte de los 17 objetivos esenciales en la Agenda 2030, aprobada en el año 2015, por los Estados miembros de Naciones Unidas. En busca de desarrollo sostenible. Una meta global, para eliminar estas problemáticas, proteger el planeta y mejorar las vidas y las perspectivas de las personas en todo el mundo.
“Actualmente, se está progresando en muchos lugares, pero, en general, las medidas encaminadas a lograr los objetivos todavía no avanzan a la velocidad ni en la escala necesarias…, por eso, en esta década 2020-2030 es fundamental la necesidad de actuar para hacer frente a la creciente pobreza, empoderar a las mujeres y las niñas y afrontar la emergencia climática”. Cita el Informe 2023, del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas.
La República Dominicana no es excepción, hoy en ella, ser niña resulta difícil. Tal como ha advertido el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), “son demasiados los retos que enfrentan para poder desarrollar todo su potencial, no solo en el país, sino también en América Latina y el Caribe”.
La mortalidad infantil hoy también presenta escalofriantes estadísticas de caso de violencia sexual, física…, siendo las victimas, niñas de nuestra nación. Los responsables son hombres adultos de su entorno familiar. Malos dominicanos que en su sano juicio prefieren ser criminales.
Según datos del Ministerio de la Mujer en el país, una de cada dos adolescentes de 15 años y más ha sido víctima de violencia a lo largo de su vida. Una de cada tres ha sufrido algún tipo de violencia en el ámbito familiar. El 29% de las víctimas de delitos sexuales reportados son menores de edad.
Los casos recientes corresponden a niñas, vulnerables, inocentes, residentes en la provincia San Cristóbal, quienes fallecieron víctimas de verdugos que malograron su interés superior, conculcaron todos sus derechos, y al final para impedir que se descubra sus crímenes, tomaron las vidas de las menores de edad, luego de haberlas violentado físicamente y mentalmente. Esas bestias se llevaron la vida de niñas castas, deseosas de llegar a la adultez, y desarrollarse. No creamos que son hombres enajenados, como siempre quieren aparentar para burlar la justicia; son apioladores; inhumanos, a quienes debe aplicarse todo el peso de la ley y justicia, en todos los sentidos.
Ellos asumieron violentar la vida humana y con ella, también las normas morales o divinas. Además de las jurídicas como el Código Penal Dominicano, la Ley 24-97 sobre Violencia contra la Mujer, la Ley 136-03, Código para la Protección Integral de los Derechos Fundamentales de los Niños, Niñas y Adolescentes, entre otras.
Por eso las madres y los padres, la familia, debe asumir su responsabilidad de educar y proteger a sus hijos e hijas. Estar vigilante, no importa si es monoparental o tradicional…, el perpetrador casi siempre está en el entorno, incluso puede cohabitar dentro del mismo hogar. Estamos dejando terreno fértil al malévolo, por no proteger la vida de nuestros niños y niñas. Envueltos en un exceso de confianza y desinterés, que genera consecuencias fatales para la propia familia y la sociedad.
La vida, cuerpo y mente de las niñas debe ser resguardada. Dejarlas que vivan sus etapas, cada una educadas en valores y libres de violencia. Sin sexualizarlas o cosificarlas. ¿Cómo es posible que hoy en día, el hogar, la escuela, iglesias…, el entorno familiar y social, donde las niñas deben estar más resguardadas, sean los escenarios más inseguros para ellas?, ¿que en la vulneración a sus derechos humanos, haya complicidad entre quienes están llamados a protegerlas?. Una barbaridad y un crimen imperdonable.
Como bien sabemos, nuestras sociedades viven crecientes involuciones y con ella los seres humanos sufren las descargas del irrespeto a sus derechos fundamentales, sin embargo, todavía estamos a tiempo para crear alianzas y educar para que nuestra niñez viva sus etapas de forma sana, sin violencia de ningún tipo o índole a sus derechos.
En unión: familia, escuela, iglesia, instituciones, sociedad…, al educar en valores y accionar para el respeto de los derechos inherentes y fundamentales, podemos salvar vidas; impedir que la niñez caiga en las garras del perverso. Arrancar a las niñas y niños de ella. Podemos evitar violaciones y muertes. Hagámoslo. También, denunciemos este horrendo crimen.
Hasta pronto.
santosemili@gmail.com
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.