Por Evelyn Cynthia Pérez Salgado, M.A.
Ser migrante en un país extranjero, no entender ni hablar el idioma oficial y no conocer su cultura constituye un gran desafío que deben enfrentar muchas personas en todo el mundo. En Francia y República Dominicana es el pan de todos los días.
Más de 120 millones de inmigrantes han llegado a Francia cada año desde el siglo XX y, según los estudios, esta cifra se ha duplicado. En República Dominicana más de 37 mil haitianos cruzan las fronteras cada año y las cifras también van en aumento, sobre todo por la situación económica y política de este país.
Un dilema para los países que reciben un gran número de migrantes es desarrollar estrategias de integración acordes a su contexto. Está claro que las estrategias varían según las posibilidades de los países interesados y, por tanto, son totalmente diferentes en Francia y República Dominicana. La formación de inmigrantes adultos tanto en Francia como en República Dominicana tiene sus particularidades que serán estudiadas en este informe.
Desde 1977, la Unión Europea ha mostrado el deseo de establecer una verdadera pedagogía intercultural que se ha ido imponiendo progresivamente en la mayoría de los Estados miembros para promover el respeto mutuo y la comprensión entre todos los estudiantes, cualquiera que sea su naturaleza, sus orígenes culturales, lingüísticos, étnicos o religiosos” (Auger, 2010, pág.9).
Mientras que en la UE encontramos el deseo de implementar una verdadera pedagogía intercultural para apoyar a los inmigrantes y darles la oportunidad de integrarse en el contexto de su país de acogida, en la República Dominicana nos enfrentamos a una isla en conflicto y a un sistema migratorio precario que no apoya las migraciones entre las dos partes de esta isla.
Durante casi 90 años, los haitianos han emigrado a República Dominicana para trabajar y mejorar sus condiciones de vida, sin tener oportunidades de una vida mejor en Haití. Sin embargo, su vida allí es muy dura, reciben salarios extremadamente bajos y trabajan en condiciones a menudo atroces. Hace 90 años los haitianos cruzaban fronteras para trabajar en plantaciones de caña de azúcar llamados «batey» y después de la cosecha eran enviados de regreso a Haití, ahora las cosas han cambiado, después de emigrar a República Dominicana se quedan allí y trabajan en el comercio informal o como personal doméstico en familias dominicanas
Francia, por su parte, ha sido un país acogedor y ha contribuido significativamente al crecimiento económico de sus inmigrantes. Desde los años 50, tras la guerra de Argelia, se han producido oleadas de inmigración de argelinos y portugueses, desde entonces la inmigración ha evolucionado debido principalmente a la importancia de la unificación familiar, la aparición de la segunda generación y la diversificación de los países de origen de los inmigrantes. Por su parte, el gobierno dominicano no procesa fácilmente los expedientes de migrantes haitianos y este proceso se desarrolla de manera informal, dado que las prácticas administrativas no protegen a los inmigrantes procedentes de Haití.
Está demostrado que una persona integrada en un país de acogida puede convertirse en una persona con excelentes resultados que darán a la sociedad la oportunidad de desarrollarse en diferentes ámbitos y seguramente es por eso que Francia siempre ha buscado formar a los inmigrantes que se instalan en su territorio. Sin embargo, en lo que respecta a República Dominicana, conviene analizar las diferencias entre los migrantes haitianos y los provenientes de otros países, en particular de los occidentales.