Estados Unidos se detiene este jueves para recordar el decimotercer aniversario de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, y poco ha cambiado en la ceremonia anual en la zona cero. Pero a su alrededor, poco sigue como entonces.
Por primera vez, el Museo Nacional 11 de Septiembre -que incluye estremecedores objetos e imágenes gráficas de los atentados- estará abierto para el aniversario. Las vallas en torno a la plaza de recuerdo se han quitado, integrando el reverenciado lugar con las calles de Manhattan y abriéndolo al público y a los turistas armados de cámaras.
Hay un nuevo alcalde en el cargo, Bill de Blasio, mucho menos vinculado a los ataques y sus consecuencias que sus predecesores. Y por fin, el casi terminado One World Trade Center se eleva 541 metros sobre la zona cero y estará lleno de oficinistas para estas fechas en 2015, otro indicio de que la ciudad podría estar pasando una página de su historia.
Para algunos de los que perdieron seres queridos en los ataques, la creciente sensación de que la zona vuelve a la normalidad amenaza con ensombrecer la tragedia que se produjo allí, e interferir con su pena.
«En lugar de un lugar tranquilo de reflexión, es un sitio donde corren niños», dijo Nancy Nee, cuyo hermano bombero, George Cain, murió en los ataques. «Algunas personas olvidan que esto es un cementerio. Yo nunca iría al museo del Holocausto y me haría una foto».
Para otros, los cambios son una parte importante del proceso de curación. «La primera vez que vi (el One World Trade Center), de verdad alegró mi corazón», dijo Debra Burlingame, que perdió a su hermano Charles, piloto del avión que se estrelló contra el Pentágono. «Quiero verlo rebosante (…) quiero ver más casas ahí abajo, quiero verlo vivo y lleno de negocios».
Como ocurre cada año, los familiares de las víctimas de los atentados se reunirán para leer los nombres de los fallecidos, deteniendo la triste letanía en cuatro ocasiones: a la hora en la que el primer avión golpeó el World Trade Center, cuando impactó el segundo avión, cuando cayó la primera torre, y después cuando cayó la segunda.
«El monumento y el museo son extremadamente importantes para los afectados por el 11S», comentó Mary Fetchet, que perdió a su hijo en los ataques. «Y en torno a ese monumento, el bajo Manhattan se ha revitalizado».