El lunes 21 de abril del presente año, después de la 6:00am, murió el papa Francisco. Siendo el número 266 sucesor del Apóstol san Pedro, quien fue el primer Papa de la Iglesia Católica. Esta noticia sorprendió al mundo cristiano católico y no se diga, a una gran cantidad de personas que reconocieron en su Pontificado a un hombre de Dios. La información llegó de repente, porque precisamente el dia anterior, es decir, el domingo de resurrección, el Papa había impartido la acostumbrada bendición Urbi et orbi (En latín, “para la ciudad de Roma y para el mundo”), y aunque se le notaba todavía muy enfermo, nadie imaginaria que al día siguiente ya no estaría vivo.
Se fue el Papa, y los medios de comunicación se han hecho eco de este acontecimiento, pero la Iglesia continúa, porque su fundador es Jesucristo y su guía es el Espíritu Santo. Muere el ser humano, el hombre, la criatura. Sin embargo, el proyecto divino se perpetúa por los siglos de los siglos. Y he aquí la grandeza de Dios, que aunque la barca de la Iglesia es conducida por personas de carne y hueso, el plan de salvación del Creador sigue su curso, no se detiene, porque la mano de Dios es quien lleva el timón del barco…
Luego de la muerte del Papa, se pasa a la elección del siguiente a través de un cónclave (del latín cum clave, es decir, bajo llave. Esta reunión acoge a los miembros del Colegio Cardenalicio de menos de 80 años en la Capilla Sixtina, a puerta cerrada, para elegir al sucesor de san Pedro). Significa esto que a mediados de mayo del año en curso, será elegido quien ocupará el puesto número 267 para seguir conduciendo la Iglesia de Cristo.
Ahora bien, mientras que las redes, los periódicos, algunos canales de televisión, entre otros medios, debaten y apuestan por sus favoritos como el nuevo sucesor de san Pedro, la última palabra no la tiene el ser humano, sino el Espíritu Santo, porque la Iglesia no es un partido político, tampoco un parlamento democrático, sino que es la obra de Dios para amar a la humanidad. Es el medio de mostrar su caridad y su bondad al mundo. La Iglesia es el rostro de Dios en la tierra. Por eso se vale de los hombres y mujeres para manifestar su misericordia y sus designios divinos.
En concreto, ahora solo queda esperar. Es necesario en estos momentos, pedirle a Dios, que los Cardenales encuentren la luz que los guíe y les muestre el camino para elegir al siguiente Papa. Pues, ya el papa Francisco cumplió, terminó su misión, ahora le toca disfrutar del premio de los justos, presentarse ante el Creador del mundo para recibir la bienvenida al Reino de los hijos de Dios. Estará delante del Señor y solo le quedará decir; “siervos inútiles somos, porque sólo hicimos lo que debíamos hacer” (Lc 17, 10) y el Señor les responderá: “Vengan benditos de mi Padre, para heredar el reino preparado para ustedes” (Cf. Mt 25. 34).
