La verdad es que este asunto de la comunicación tan avanzada ha llegado a un extremo que se está convirtiendo en una verdadera plaga. Ahora con Facebook, el Twitter, el hi5 y los millones de blogs…hay tantas maneras de decirnos cosas, que hemos llegado a extremos de verdadera ridiculez.
Sin ir más lejos, alguien con ansias de comunicarse con el mundo, le mandó a toda una red social el tremendo mensaje de que ¨ salía con los niños desde su casa para ir a ver a suegra ¨ incluyendo además la foto de los muchachos ¿y a quién diantre le importa? ¡Ni que anunciase que iba a cruzar el Polo Norte en invierno con camisa corta y sin chancletas!
El chateo está siendo todo un fenómeno social tan avasallador que en muchos casos, creemos, se está pasando de la raya. No vamos a negar que es entretenido y positivo, pero también se convierte en un lastre cuando, por ejemplo, en el trabajo alguien amparado en el anonimato de lo virtual, se describe a una muchacha que vive en Madagascar, como alto, buen mozo, doctor en ciencias espaciales, campeón de ajedrez y practica la natación mejor que nuestro Marcos Díaz, cuando la verdad es que el tipo es un tanto revejido, más feo que un pecado, no acabó el bachillerato, pierde las partidas por no saber mover el alfil, y podría ahogarse en un piscina de tres pies de hondo. Ojo, que igual sucede con las mujeres, y a veces con más fantasía.
Y ahora, gracias a la galopante tecnología, el chateo pasó de las computadoras a los diminutos celulares, método que ya se conoce como BBchat, y esos móviles sirven para telefonear, contactar con Internet, de agenda, archivo, televisión, hacer fotografías, realizar operaciones bancarias y de bolsa… y de seguir así, pronto podrán freír huevos o utilizarlos como pañuelos para gripe, cualquier cosa.
Ya hemos visto casos preocupantes, personas manejando por calles y autopistas dándole como locos a las teclitas con los dedos ¨ gordos ¨ de las manos, mirando los escritos que envían y reciben, constituyendo en un peligro más de nuestro caótico tránsito. Hace poco, mientras presentábamos unos proyectos a tres altos ejecutivos, dos de ellos se pasaron todo el tiempo haciendo el chateo en sus celulares con ambos pulgares, absortos en sus mensajes, y por lo tanto no atendieron de manera suficiente las explicaciones que se les ofreció ¡y lo mucho que después opinaban, discutían y modificaban los temas expuestos como si no hubieran perdido ripio del asunto! Uno se pregunta ¿qué comunicaban en esos momentos? seguro que cosas tan importantes como si el carro ya lo habían lavado o dónde comerían a medio día.
Otro caso, fuimos a una conferencia con más de doscientos asistentes y el expositor mientras daba su disertación, se pasó unos buenos minutos chateando en su celular y, seguro, que ni cuenta se dio de la falta de consideración hacia el público. Hace un tiempo participamos en una cena de acción de gracias -el Thanksgiving gringo- de lo más ecléctica, donde sirvieron una excelente sopa catalana, pasteles en hoja bien dominicanos, sidra asturiana y un pavo criado en Villa Altagracia, pues bien, durante el ágape los jóvenes no dejaron de darle a los benditos aparatos, y cuando participaban en la conversación de la sobremesa, lo hacían distraídos y como por compromiso, ¿A qué fueron entonces? ¿A compartir o a chatear? Cabe preguntarse si en la comunicación se está dando la famosa ley de Paretto del 80/20, de cada cien mensajes ochenta son meras tonterías y veinte tienen sustancia. Parece que con la modernidad y el ocio aumentan las obsesiones y manías, como esta de la chateomanía.
¡Y lo que nos falta Pilarín!