El presidente francés Françoise Holande apenas lleva unos cortos meses en el poder y ya ha tomado medidas que ni los finos sastres parisinos más famosos hubieran podido imaginar.
Una de ellas, sencillamente genial, ha sido apear de los vehículos oficiales a todos sus ministros y funcionarios y subastarlos de inmediato – los vehículos, no los ministros – obteniendo así más de 345 millones de euros, unos 17.000 millones de pesos criollos, que han sido destinados a la creación de 175 institutos de investigación y dar así empleo a 2.530 jóvenes científicos, contribuyendo a elevar aún más los altos niveles competitivos de ese país.
¿Y saben lo que dijo el presidente francés al respecto?
Pues que si un funcionario que gana 650.000 euros al año, unos 32 millones de pesos nuestros, no puede comprar un buen carro con los ingresos de su trabajo o es demasiado ambicioso, o es un estúpido o es deshonesto, y la nación francesa no necesita ninguna de estas tres figuras.
Tremenda galleta sin manos, como decimos por aquí ¿Se imaginan que en este patio nuestro hiciéramos lo mismo? que nuestros legisladores y altos jerarcas políticos con lo que perciben entre sueldos, dietas, barrilitos, esto, aquello, lo otro y lo de más allá, paguen de sus propios bolsillos los carros que necesiten para ir de sus residencias al congreso, al palacio o a las dependencias oficiales (los de la capital pueden ir en ese metro del que tanto les gusta presumir) y luego vender los millares de automóviles y yipetas que ahora montan y destinar ese dinero para erradicar el millón y pico de analfabetos que aún tenemos como un lastre educacional en campos y ciudades.
Otro ejemplo del señor Holande, de un plumazo abolió los paraísos fiscales para Francia, calificándolos de socialmente inmorales y por si esto fuera poco tuvo el tupé de aumentar en un 75% las tributaciones de las familias que ganan más de 5 millones de euros netos al año – unos 300 millones de pesos- y con los chavitos recaudados de esta manera ha contratado a casi 60.000 licenciados que estaban en paro, y de ellos cerca de 20.000 han sido destinados como profesores para la enseñanza pública ¿Qué les parece si aquí siguiéramos también este ejemplo? Tendríamos maestros mucho mejor pagados, que no dependieran de esas matadoras tandas de clases para subsistir, y hasta podrían adquirir libros para cultivar el seso y superarse como profesionales.
Otro ejemplo más, el señor Holande ofrece una especie de «bono cultura» consistente en cobrar cero impuestos a los que formen cooperativas y abran librerías, colocando en cada una al menos a dos licenciados que estén en paro laboral.
Si aquí hiciéramos algo así, tal vez algún día llegaríamos a tener tantas bibliotecas como bancas de apuestas, pues mucha más falta hace las primeras que las segundas.
Más ejemplos. El presidente francés bajó los sueldos en un 32% a los diputados ¡que nos se desmaye ninguno de nuestros legisladores! y un 40% a los de los funcionarios de alto nivel ¡que no les de un patatús a los ministros y viceministros! y los cuartos ahorrados por esa vía van para las madres solteras desfavorecidas, las cuales cobrarán un sueldo durante cinco años hasta que sus hijos ingresen a las escuelas primarias.
Esas sí son cosas que nunca se han hecho por aquí. Lo que queremos señalar es cómo los estadistas con visión, creatividad y ruedos en los pantalones pueden trabajar a favor se sus pueblos. Nosotros podríamos hacer cosas parecidas, pues tenemos abundante tela por donde cortar y mil agujeros para remendar.
Y para llevar a cabo medidas como esas, basta sólo con una cosa: voluntad política. Nada más, pero también nada menos.