Estambul, capital de Turquía y ombligo del pasado imperio otomano tiene, según nos dijeron allí mismo, nada menos que veinte millones de habitantes en el área metropolitana, y por eso forma parte de las más grandes concentraciones urbanas del planeta.
Es unas siete veces más grande que Santo Domingo, y si a estas las pusiéramos en línea recta, podríamos llegar a Santiago y hacerla así un barrio de la capital.
Además de los innumerables atractivos históricos, culturales, naturales y turísticos que convierten a Estambul una de las ciudades más peculiares el mundo, con innumerables palacios, mezquitas, mercados, bazares, tiendas, su interesantísima fusión de culturas islámica y europea, y otras muchas delicias tan simples como el comerse un pescado con pan en plena orilla del Bósforo sentados en una banqueta de madera.
Pero también tiene algo muy curioso que por ser dominicanos nos llamó poderosamente la atención, y es que además de un metro con túneles preparados para soportar terremotos de hasta 9 grados, ya que a ese país los sismos le ha costado millares de víctimas, Estambul tiene una serie de líneas de tranvías de lo más interesantes, las T 1, T 2, T 3 y T 4 que las utilizan con mucho éxito tanto los habitantes de esa urbe como los innumerables visitantes que recibe a diario.
Entre ellas, destaca la T 1 que parte de Zeytimburnu y llega hasta Kabata, transportando en modernas unidades a más de 150.000 pasajeros diarios de 6 de la mañana a 12 de la noche, recorre 12 kilómetros con 24 paradas y atraviesa el Cuerno de Oro.
Pasa por el fascinante Gan Bazar con más de 6.000 tiendas capaces de satisfacer la imaginación de la esposa más compradora, continua por la Mezquita Azul cuya belleza paraliza todos los sentidos, sigue por la famosa Santa Sofía que, como los dentistas, lo deja a uno con la boca abierta, y sigue por el Bazar de las Especias, una experiencia olorosa y sensitiva inolvidable.
Además, cuenta con el llamado Tranvía Nostálgico con un único vagón rojo que parte de Tünel y llega hasta la emblemática Taksim, en la parte europea, y de Kadikoy a Moda, en la parte asiática, un viaje de ensueño por sus barrios antiguos.
Pero el tema de los tranvías como medio de transporte nos devuelve a la capital dominicana y nos preguntamos si estos simpáticos vehículos no podían haberse instalado también aquí.
Sin ser entendidos en la materia, suponemos que sus ventajas son muy grandes, comenzando por su costo de instalación pues debe ser infinitamente más económico que construir túneles, derribar, envarillar, cementar, colocar ingentes cantidades de vigas, lleva menos tiempo de trabajo, su trazado es mucho más ágil, los tranvías maniobran mayor facilidad, consumen mucha menos energía, llevan una gran cantidad de usuarios, necesitan menos personal de operaciones, de vigilancia, de limpieza, de mantenimiento, de ventilación, de iluminación y son más seguros ante eventuales catástrofes sísmicas.
En la capital tenemos avenidas mucho más amplias que por donde circulan los tranvías de Estambul, tanto de este a oeste y de sur a norte.
Nos preguntamos si hay un estudio comparativo y serio de estos medios de trasporte, y si podríamos verlo para convencernos de su descarte total frente al metro, o si habría sido o aún es posible implementar un sistema combinado.
Si no se ha hecho, permítannos ser suspicaces, porque un fracatán de miles de millones de diferencia bien podría haberse encarrilado para algo mucho más necesario como lo es la educación. Tal vez sean cosas de simples prioridades en esta tierra de pasiones y contratas. Demasiadas veces, demasiado simples.