-Abraham, cuál fue tu papel en lo que es la Universidad Católica Nordestana.
-Mi papel fue de fundador. Para aquel tiempo nadie creía en lo que podía ser una universidad.
Recuerdo que un muchacho llamado Zenón Collado, graduado de economía, me había hablado de eso. El participó en el primer tiempo de la universidad aunque nadie ha querido reconocerlo, fue un muchacho de los más activos; después se graduó de abogado en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Él fue el primero que me habló a mi de que una universidad en San Francisco de Macorís era posible.
Pero él no sabía de universidad, yo tampoco; pero entonces vino un ingeniero español llamado José Ramón Montes Suazo que residía en San Pedro de Macorís.
Montes Suazo tenía que mudarse de la sultana del Este a vivir a esta ciudad del Jaya para trabajar con el señor Primo Sartori, italiano, dueño de la industria metalmecánica Prisar que construía camas de posiciones para clínicas y hospitales y otros mobiliarios de metal para la exportación.
Entonces Montes Suazo me encarga a mi conseguirle un permiso del Poder Ejecutivo para él comprar una casa en esta ciudad. Para aquellos días era necesario una autorización del gobierno para comprar una casa. Yo le conseguí el permiso del Poder Ejecutivo y en la interrelación que tuvimos, quedamos en que íbamos a crear una universidad porque él sí sabía de univesidad.
Es en mi oficina, cuando yo la tenía en la calle Ing. Guzmán Abreu, donde hicimos un pacto de honor de crear la universidad. Una universidad que no tenía nombre y que no tenía nada; en realidad nos parecíamos a don Quijote caminando por todo el territorio de la región lanzando la idea, motivando y buscando apoyo para la universidad en la que nadie creía.
Se hablaba entonces de que la región no tenía capacidad para sostener una universidad y ponían de ejemplo el Curne del que alegaban que no se había desarrollado porque no tenía facultades pese a que era una universidad gratuita.
Aunque las respuestas de las comunidades evidentemente eran negativas para el proyecto de universidad que promovíamos, visitamos a Nagua, Villa Tapia, Salcedo, Tenares y Villa Riva. En fin Montes Suazo en poco tiempo daba su charla. Yo le dije que también quería dar charlas porque me aprendí exactamente todo lo que él decía y me dediqué a dar charla sobre la universidad.
Un día reunimos 22 personas en el ayuntamiento cedido gentilmente por el entonces síndico Fulvio Lora, que fue uno de los pilares y valores claves en la consecución de la universidad porque nos entregó el local construído en ladrillos que está frente al parque Duarte. Ese local no era del ayuntamiento, sino del Estado, pero Fulvio nos dijo: “métanse ahí y cojan eso; nosotros nos metimos ahí y cojimos eso y ahí comenzamos la Universidad Nordestana.
-¿Recuerdas las 22 personas que participaron en esa reunión?.
-Si, eran las personas más importantes de San Francisco de Macorís. Estaba el licenciado don D.Antonio Guzmán L. Don Héctor Rizek, doña Violeta Martínez, Fulvio Lora, Juan Guzmán, Jesús Sobrino Portela entre otros munícipes francomacorisanos. Esas 22 personas me nombraron a mí presidente del Comité Gestor de la Universidad que todavía no tenía nombre, me encomendaron rendir un informe en el lapso de un mes acerca de cómo debía constituirse y funcionar la universidad.
Al cumplirse el mes que me dieron como tiempo habil para rendir el informe, justo el 14 de marzo de 1978, convoqué a los periodistas de Hibi Radio, Radio Merengue y de la emisora de Samaná. Rendí el informe en el que formalmente dejé constituída la Universidad Nordestana,
Nombré como rector al Dr. Manuel Mora Serrano; Ing. Montes Suazo, vicerrector académico; como vicerrector Administrativo al padre Juan Julián Díaz Catalán; en el área económica al Dr. Luis Abukarma, al Dr. Rafael -Fellito- Ortega, decano de la facultad de Ciencias Médicas, al Ing. Nelson -Chico- Martínez, decano de la facultad de Ingeniería; Cayito Espinal quien puso mucho empeño y trabajo, lo designé decano de la facultad de Humanidades; a mi querido e inolvidable amigo Ezequiel González, decano de la facultad de Derecho; Zenón Collado en la facultad de Ciencias Económicas y Sociales y al Dr. Luis Elías Esmurdoc Rodríguez, decano de Ciencias Agropecuarias.
A las 2 ó 3 semanas de haberlo nombrado, Manuel Mora Serrano renunció como rector, porque él no quería esta universidad; él quería una universidad, pero técnica. Nosotros que-ríamos la universidad que tenemos para impartir las carreras de medicina, derecho, ingenierías y demás disciplinas.
Luego de conocerse la renuncia de Mora Serrano, democráticamente se eligió al Ing. Montes Suázo como rector, cargo que él no quería ocupar y debo decirlo para aquellos que llevan anotaciones y detractan la figura de ese caballdero que de manera gratuita y espontáneamente vino a trabajar por una universidad de San Francisco de Macorís.
Creo que San Francisco de Macorís le debe un gran reconocimiento a Montes Suázo y a Zenón Collado porque se lo merecen. Es más, si Montes Suazo no hubiera venido, no tuviéramos universidad. Realmente yo participé de manera directa, enérgica y fuerte, pero el conocimiento sobre universidad sólamente lo tenía él.
En esa reestructuración por la salida de Mora Serrano y la elección como rector de Montes Suazo, entonces me designaron a mí como vicerrector, cargo que ocupé por seis años. Toda mi participación en constituir la universidad fue desinteresada e incondicional como ha sido en los demás proyectos en que me he involucrado porque soy un apasionado en el trabajo que implique desarrollo y progreso de nuestra región nordeste.
En el proceso de poner en marcha la universidad se presentó un caso importante. Ya habí amos escogido a los profesores de las diferentes áreas, ellos aceptaron dar clases gratis porque no teníamos con qué pagar. Sin embargo, un grupo de médicos que debía dar clases de gratis, dijo que no trabajarían así. Fíjate que Medicina era y es la carrera vertebral de la universidad. Frente a esa situación decidí visitar al Obispo Monseñor Nicolás De Jesús López Rodríguez. Me fui en mi Valient, un carrito que yo tenía que me duró balsa. Le expliqué tranque que se había presentado y le pedí a Monseñor que me acompañara a visitar a esos médicos que se negaban a dar clases. Él me preguntó “¿y cuándo es que vamos?, y le dije: “ahora mismo. Y salimos a visitar a los médicos que estaban en desacuerdo. Aunque conmigo estaban renuentes, al obispo le dijeron que sí, que darían las materias que le asignaran sin necesidad de que se les pagara.
Yo tengo un agradecimiento especial, una oda celestial para los médicos y profesores que incondicionalmente comenzaron a dar clases gratuitamente en la Universidad.
Entonces el 24 de septiembre de 1978 le dimos apertura a la docencia de la universidad con la bendición de Monseñor Nicolás De Jesús López Rodríguez, hoy Cardenal de la República Dominicana ante el Vaticano.
En la próxima entrega Abraham narra su participación y logros del Consejo Regional de Desarrollo, sus fructíferos vínculos con Ro tary Internacional y demás proyectos.