Está en marcha en el país una especie de competencia macabra.
La protagonizan hombres violentos que asesinan o queman vivas a sus exparejas.
Creemos que las autoridades y la sociedad no pueden limitarse a lamentar la ocurrencia de estos sucesos, cada vez más frecuentes. Van desde golpizas salvajes hasta incinerar vivas a mujeres indefensas.
Son hechos tan inhumanos y frecuentes que nos convocan urgente a trazar formas dirigidas a reducir hasta erradicar la violencia intrafamiliar.
En ese sentido EL JAYA propone que las autoridades del Ministerio Público, los ayuntamientos, las iglesias católica, protestante y todas las instancias creen redes sociales para detectar a tiempo los casos de familias en conflictos y proteger a las personas vulnerables a sufrir ataques.
Las estadísticas oficiales revelan que de enero a noviembre de este año 226 mujeres fueron asesinadas por sus exmaridos.
Son hombres peores que animales o fieras. Los animales sólo matan por tres razones: por su comida, en defensa de su territorio y por la conquista y poseción de su pareja.
Nada justifica la bestialidad con que muchísimos hombres cometen hechos tan horrendos.
Para frenar la espiral de violencia intrafamiliar organizaciones como las juntas de vecinos, por ejemplo, pueden y deben realizar un rol importante.
Sé de una situación en que el presidente de la junta de vecinos de un barrio de esta ciudad, está interviniendo en el caso de una familia, en el que el hombre mantiene en zozobra a la esposa y a sus hijos.
El presidente de esa agrupación se ha ocupado de conocer acerca de la trayectoria y comportamiento de esa familia y ha decidido defender y promover entre sus miembros el apoyo a la víctima, inclusive, ser enlace entre esta y las autoridades del Ministerio Público.
Sin dudas que la sociedad a través de sus organizaciones tiene que contribuir, no sólo a disminuir sino a erradicar la violencia intrafamiliar.
Es hora de identificar, aconsejar y acorralar a los violentos para evitar que cometan sus acciones criminales que avergüenzan a todo ciudadano con un mínimo de capacidad para razonar.