La verdad es que somos un país curioso y repetitivo. Cada temporada hay titulares de noticias que son prácticamente cíclicas en los medios. Se hacen reseñas todos los años sobre el aumento las ventas en San Valentín, en Semana Santa sobre la gente que se desplaza hacia el interior, en verano que las playas están llenas de gente, en Navidad habrá que importar de carne de cerdo y en esta misma época los panaderos proclaman que faltarán las sabrosas teleras. Y en agosto, para darle aún más calor del que ya tenemos, no podían faltar las clásicos reportajes del inicio de las clases y el calvario en que se ha convertido para tantos padres el recorrer tiendas arriba y almacenes abajo con el fin de surtirse con todo lo que necesitan sus hijos estudiantes.
¿Por qué el volver al colegio es un trauma psíquico, y sobre todo económico, para las familias dominicanas? Pues primero hay que cambiar, por sistema, la mayoría de los libros, como si la operación del dos por dos de este año fueran a resultar cinco, o si la isla Saona se hubiera desplazado en los últimos meses cien kilómetros al sur suroeste, o si los verbos se conjugaran con una nueva declinación, o las arañas tuvieran quince patas en lugar de ocho, o como si las leyes de la física cambiaran cada temporada al igual que la ropa femenina.
Hace no demasiado tiempo, un libro pasaba casi como herencia, tal vez algo más ajado, de unos hijos a otros durante varios años. No obstante el progreso de la ciencia, los descubrimientos, la tecnología y todo lo que ustedes quieran, los dos por dos de la primaria y el bachillerato siguen siendo cuatro, la isla Saona está en el mismo sitio, se mantienen las tres declinaciones verbales, y las arañas, incluidas nuestras fabulosas y peludas cacatas, aún tienen las ocho patas.
En segundo lugar, ahora con la llamada apariencia social, la ropa los uniformes, los zapatos, las medias y no se sabe cuantas cosas más tienen que ser nuevos y a la última moda ¿es que los niños y niñas van a clases a exhibirse de modelos o a fajarse como karatekas con las materias? hay muchos vestidos y calzados que duran más de dos años, y si a los niños aún les sirven, no debería ser ninguna ¨ vergüenza ¨ usarlos de nuevo.
Después, vienen los útiles, que si esta temporada las mochilas son del niño sapo, en vez del hombre rana, y claro, hay que cambiarlas y a continuación viene el rosario de los lápices, los creyones, los cuadernos con portadas cada vez más sexy, las reglas, los sacapuntas, las gomas, etc. que chín a chín hacen un buen chón, como decía aquel anuncio de detergentes.
Y falta lo más importante: los tradicionales aumentos de muchos colegios que, en demasiados casos, se pasan, repasan y sobrepasan con las tarifas, como si fueran un resort de lujo y no unos centros educativos cuya finalidad debería ser más social que lucrativa. Y no sólo eso, sino que cada vez se presiona más y más para pagar todo el curso por adelantado o en unos cortos plazos, como si los billetes, tablas, mangos, cañas, tululúses, lágrimas o molongos según los diversos niveles de las clases medias y populares dominicanas, cayeran gratis del cielo y sin trabajarlos afanosamente.
Así que cuando llegan los colegios, comienzan las angustias, la búsqueda de recursos económicos, el desasosiego de ir de tienda en tienda, la comparación de precios, porque equipar debidamente un par de hijos, y no digamos cuatro, cinco o seis, ya no supone unos pesitos extra como era antes, ahora hay que contar con una mensualidad enterita de ambos progenitores, y cuidado. Por eso cuando viene la temporada colegial primero se oye ¡¡socorro!! y luego esa canción tan entrañable de …a la escuela que ya es hora…