Señores, es la tercera vez que la ciudad de Madrid intenta casarse con los Juegos Olímpicos y también la tercera vez que la dejan plantada en el altar con el vestido puesto y el moño hecho, cuando en un instante, un juez medio viejito, parco y lento, saca una cartulina con el nombre de otra capital, quedando así automáticamente eliminada.
Y, de verdad, lo sentimos mucho por Madrid, una gran urbe que presentó una impecable candidatura, y que posee todas las condiciones para constituirse en sede olímpica, con una excelente infraestructura deportiva, buenas comunicaciones, capacidad organizativa y un ambiente único para pasarlo de maravilla durante el tiempo que transcurrirían los juegos. Creemos que Madrid se lo merecía y sobre todo, lo necesitaba, para volver a retomar un protagonismo internacional que desde hace algún tiempo ha venido perdiendo.
Ahora, tras la derrota, como tantas veces ocurre en el ambiente deportivo, vienen las excusas, válidas, o podridas. Que si fue una trama para dar paso a París las próximas olimpiadas, que si el comité hizo esto, los turcos eso, los japoneses aquello, o los venusinos lo de más allá.
Pero nosotros creemos que la causa principal, aunque no única, de esta derrota ha sido el empeño del Gobierno, más necesitado de las olimpiadas que la misma Madrid para salir de la difícil situación en que se encuentra, por querer proyectar ante el mundo una imagen de la Marca España, muy diferente a lo que en la realidad es.
Se quiere presentar a este país como fuerte, dinámico, pletórico, cuando desde el interior y exterior se le percibe en una profunda crisis, débil y problemático, por mucho que Rajoy y sus ministros quieran hacernos creer, con índices y estadísticas en mano, que la recuperación económica y laboral está a la vuelta de la esquina.
Uno se pregunta cómo le van a dar las Olimpiadas a un país que la Unión Europea le ha tendido un rescate bancario (aunque lo hayan bautizado con otro nombre) de 50,000 millones de euros, según se dice en medios financieros, ya fracasado
Qué durante años mantiene ya 5 millones de parados. Qué hay 1 millón de familias sin ingresos de ninguna especie. Con un serio aumento de la pobreza, de los recortes en educación, en sanidad y otras áreas sociales prioritarias. Qué tantos y tantos dirigentes políticos, de todos los partidos, están implicados en severos y vergonzosos actos de corrupción.
La Marca España ni siquiera proyecta una imagen unificada, pues el principal motor económico, Catalunya, quiere independizarse porque después trescientos años de unión forzada, no ha podido encajar en el estado español debido a la tradicional torpeza y miopía de su política, anclada aún en el siglo XIX.
Eso sin contar algo tan importante como los dopajes deportivos que se han presentado en los últimos tiempos que alcanzan a atletas ganadores y ganadoras de grandes competencias, médicos deportivos, y la sobre todo vista gorda que se ha hecho con ellos a través de fallos exculpatorios por parte de los organismos oficiales.
Y todo esto, en un mundo comunicado e interconectado se sabe y, en consecuencia, se percibe una Marca España, inflada y florida que no encaja con su cruda realidad.
El Gobierno del PP, embarrado hasta el cuello, entre otros asuntos, con el escándalo de Bárcenas, ha querido salvarse primero, y de paso a su querida y maltrecha monarquía, con el respiro que podía otorgarle el balón de oxígeno que son las Olimpiadas, pero este tiro estratégico salió por la culata de la escopeta olímpica, y ahora debe soportar, además, el cubo de desprestigio y desmoralización que le ha caído en la cabeza.
Estambul, capital de un país claramente emergente, con veinte millones de habitantes, situado a un puente de distancia entre dos culturas milenarias, con la posibilidad de avanzar con los Juegos a Turquía, en derechos de igualdad social y de género, y de influir en lo deportivo a las complicadas naciones que la rodean era, por hegemonía del deporte, mejor candidata.
Y qué decir de Tokio, las Olimpiadas serán un tsunami de optimismo para paliar en parte la tragedia del tsunami marítimo que arrasó tantos pueblos y causó decenas de miles de muertos. Además. Japón es poderoso, tiene mucho dinero y recursos tecnológicos, así como una gran disciplina en lo económico, moral y humana que garantizan el cumplimiento de los objetivos propuestos. Tokio era mucho competidor, demasiado, para Madrid en estos momentos.
Este Gobierno del PP, debe aprender rápido una lección que le ha costado mucho dinero y esfuerzos a la comunidad de Madrid. Cifrar las mayores esperanzas en los Juegos, apostando más al continente del producto que al contenido, lo cual suele crear lo que en psicología denominan disonancia cognoscitiva, es decir, una gran diferencia entre lo que se ofrece y lo que se recibe, y que se traduce en una gran decepción.
Los productos, incluida la tan deteriorada Marca España, se venden más por lo qué son y lo qué ofrecen, que por sus envolturas, por muy bellas y atractivas que estas sean, como lo ha sido la bien elaborada y decorada presentación de la candidatura de Madrid.
Y más aún cuando hay un Comité Olímpico Internacional, con un jurado de más de noventa miembros que los abre, huele, los compara, los manosea y los valora, hasta lo último. Meticulosos que son ellos.