Hoy se vive en un contexto de: 1-Crisis sanitaria, (pandemia del Covid-19), 2-guerra entre Rusia vs Ucrania-OTAN, 3-crisis financiera expresada en escasez e inflación en los precios de productos, bienes y servicios. Algunos han bautizado esta situación como “la tormenta perfecta”. Es un contexto de incertidumbre, el cual produce estrés, desasosiego, ansiedad y frustración. Esta situación provoca que muchos tengan retos para establecer prioridades e identificar a qué darle el primer lugar en su agenda si a la salud, a lo económico, o a ¿qué? No tienen claro por dónde empezar o continuar. Junto a este entorno, están nuestras situaciones o problemas personales, como son: los retos de pareja, hijos, familiares, laborales o desempleo, problemas de deudas, académicos, entre otros. Nos preguntamos, ¿Por dónde empiezo?
Viendo este panorama el Gran Maestro Jesucristo, nos alienta con estas palabras:” Busca primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás vendrá por añadidura”. Mt. 6:33 El gran propósito de la existencia de los hombres es que “busquen a Dios, si en alguna manera… puedan hallarle» » (Hech. 17:27). La mayor parte de los seres humanos están afanados trabajando por «la comida que perece» (Juan 6: 27), por el agua de la cual volverán a tener sed (Juan 4: 13). La mayoría de las personas gasta su «dinero en lo que no es pan» y su «trabajo en lo que no sacia» (Isa. 55: 2). Con demasiada frecuencia tendemos a hacer de las cosas materiales el principal propósito de nuestra vida, con la vana esperanza de que Dios será indulgente con nosotros, y que al final de nuestra existencia, añadirá la eternidad al breve plazo de setenta años. Cristo quiere que demos a las cosas más importantes el primer lugar y nos asegura que las cosas de menor importancia y menor valor serán dadas a cada uno de acuerdo con su necesidad.
Cuando nosotros mismos nos encargamos de manejar las cosas que nos conciernen, confiando en nuestra propia sabiduría para salir airosos, asumimos una carga que Dios no nos ha dado, y tratamos de llevarla sin su ayuda. Nos imponemos la responsabilidad que pertenece a Dios y así nos colocamos en su lugar. Con razón podemos entonces sentir ansiedad y esperar peligros y pérdidas, que seguramente nos sobrevendrán. Cuando creamos realmente que Dios nos ama y quiere ayudarnos, dejaremos de acongojarnos por el futuro. Confiaremos en Dios, así como un niño confía en un padre amante. Entonces desaparecerán todos nuestros tormentos y dificultades; porque nuestra voluntad quedará absorbida por la voluntad de Dios.
Os serán añadidas. No puede existir seguridad aparte de Dios y de la ciudadanía de su reino. El mejor remedio para la preocupación es la confianza en Dios. Si hacemos fielmente la parte que nos toca, si damos al reino del cielo el primer lugar en nuestros pensamientos y en nuestras vidas, Dios nos cuidará mientras dure nuestra existencia. Con misericordiosa ternura ungirá nuestra cabeza con aceite y la copa de nuestra vida rebosará de bienes (Sal. 23: 5, 6). (CBA5)
Desde que sigo el consejo de Jesucristo de poner a Dios primero, mi vida ha cambiado para bien. ¿Cómo ponemos a Dios primero? Presentándole y depositando en él por medio de la oración, tus preocupaciones presentes: anhelos, dificultades, problemas, ansiedades y tristezas. Sometiéndole tu familia, empresa, tus proyectos, planes y expectativas presentes y futuras, buscando su opinión ante cualquier situación. Expresándole tu gratitud por todas sus bondades, amor y bendiciones que nos brinda. Y luego hacer la parte que nos corresponde con dedicación y profesionalismo. Confiado en que también Dios hará la parte que le corresponde. Recuerde que el éxito es la unión del esfuerzo humano combinado con el poder divino.
Son muchas las personas que, al aplicar este sabio consejo de Jesús, están llevando vidas de éxitos, libres de ansiedades, estrés o incertidumbres. Viven con gozo, esperanza y optimismo. Han experimentado que al poner Dios primero, no temen al porvenir. Porque saben que para toda situación en la que puedan estar, Dios ya ha hecho provisión