Antes de penetrar al fondo del contenido o desglose del título de este nuevo artículo, quiero dar los siguientes testimonios:
Aproximadamente a mediados del año 1959, cuando yo era el “papaupa” (perdón del yoismo o autobombo), del pugilismo vegano, presenté en el ahora inexistente “Coliseo Monarca” al hombre más fuerte del Caribe oriundo de la isla Saint-Kiddss, quien hizo alardes de su mastondóntica contextura física que fueron del agrado de los cientos de curiosos que colmaron dicho coliseo, deslumbrados por el espejismo que provocó mi recorrido por las calles de La Vega, exhibiendo encima de una camioneta a este hercúleo atleta que en cierto modo plagiaba al abominable Yeti del Himalaya o del Tyson campeón nacional en fisiculturismo y nativo de Santiago de los Caballeros, que es imbatible de este tipo de competencias con su triangular tronco humano que rompe todos los parámetros del desarrollo físico.
Pues bien, si fuerte y musculoso era el atleta de Sant-Kiddss, doblemente desarrollado era el representante de la ciudad corazón, que con o sin esteroides es el dominicano más musculoso que se haya conocido.
Hago este apunte liminal para luego referirme no a la fuerza física que exhiben estos atletas ya citados, sino a la fuerza espiritual que se anida en cada madre o mujer que con su increíble e inefable fuerza que nace en las entrañas de su ser y que es capaz de cargar un vástago suyo, ya sea hijo, o nieto por horas y kilómetros sin sentir el más mínimo cansancio o agotamiento.
Es donde el psiquis vence el soma, donde el alma vence holgadamente la materia.
Desde que tengo uso de razón, he venido observando con admirable estoicismo, como madres gruesas o famélicas cargan sobre sus hombros o en sus torcidas caderas o cinturas a sus proles no importa su peso o sus incesantes movimientos propios de los infantes inquietos, ya que saludables o enfermos, procedentes de toda nuestra geografía, desde los manglares del Bajo Yuna hasta Cenoví, Atabalero, Los Guayuyos por solo citar este minúsculo rincón del país del mundo…
No me explico de dónde sacan estas madres estas sublimidades dinámicas, matemáticas o espirituales para llevar a sus proles a clínicas, hospitales por espacio de 5 a 10 horas sin el más mínimo cansancio, quejas, llantos ni lamentos…
Es por ello que nos atrevemos a decir que un hombre dada su musculosa fortaleza física que es capaz de tumbar un árbol con su hacha, o echarse encima un grueso tronco de madera, pero es incapaz de soportar sobre sus hombros un niño de 20 ó 25 libras por el espacio de media hora sin sentir cansancio o debilidad por más amor que le profese…
Ahí es donde está el título de este artículo, que la mujer no constituye el sexo débil sino el sexo fuerte por su valor espiritual, su amor y su cariño y esa fuerza ignota que la hace grande, noble, y admirable…
Hosanna…Hosanna mujer divina, mujer predestinada, diosa del amor y del dolor, diosa de las lágrimas que surcan sus mejillas onduladas por el sufrimiento y el sentimiento mas puro y mas noble…
Y como ñapa o yapa a este ser débil, frágil y sentimental, noble, sufrida y abnegada, que cose sus harapos, que coce sus alimentos, que plancha sus ropas raidas, que lava sus trapos gastados y desteñidos, que con cuidado y esmero, cría, mima y educa a sus vástagos con amor filial y que hacen el papel de enfermeras, o médicos que sanan y salvan a sus sufridos hijos que dolorosamente parieron de las entrañas de su ser…
Que la mujer es el sexo débil…!!!? excúsenme mis queridos amigos y lectores, ya que esa es una mentira colosal…en cuanto a la espiritualidad respecta.