“Lo único que quiero extranjero en mi boda que sea yo”, dijo la novia, Carmen Rosa Meier Limo, hija de padre suizo-alemán y madre peruana, y el novio, arquitecto Orlando Piña Rojas, aceptó muy gustoso esa idea madurada en el noviazgo por ambos.
Queremos una boda con todo lo criollo, lo nuestro, música de atabales, perico ripiao, bebidas, comidas, dulces y frutas del país, de la región cibaeña.
Huascar, médico, hermano mayor del novio, nos decía, “ustedes si van a pasar vergüenzas con esas cosas” yo le contestaba “que cada uno se case como le guste”, y Huascar se casó con una suntuosa recepción en el hotel Jaragua.
En el amplio patio había varias mesas decoradas con toda la variedad de nuestras frutas, dulces y bocadillos, en el centro un tazón de barro, especialmente diseñado y fabricado para la ocasión, con mezclas de jugos de frutas, aderezado con rones dominicanos, y tazones pequeñas para tomarlo que luego fueron los recuerdos de la boda.
Para lograr estos diseños visitamos en Altos de Chavón a quien se decía ser el mejor diseñador de alfarería del país, luego nos los fabricaron en El Higüero de Moca donde nos mandó el maestro a otro diestro alfarero para que nos ejecutara lo deseado.
También a Moca fuimos en procura de quien nos hiciera las canastitas de canquiña, ya desaparecidas de nuestro medio.
Una carreta de las que usan los venduteros de frutas y verduras, muy pintadita estaba debajo de un hermoso mango que el patio nos regala una sombra refrescante, bellamente decorado con nuestras frutas, sandías partidas luciendo el esplendor de su colorido, racimos de coco con un personal a la disposición de ofrecerle su deliciosa agua al que lo deseara.
En otro rincón del patio, un carrito de frío frío con un experto guallándole su frío frío al que lo apeteciera endulzado con una variedad completa de los tradicionales sabores de siropes, preparados por la mano experta de doña Alma S. de Fernández.
Un profuso surtido de pastelitos, empanadas, coconetes, caramelos de coco, canquiñas, melcochas, jalaos, en fín todo lo nuestro aderezado con un conjunto de perico ripiao y otro de atabales que enardecían los ánimos, una pareja de bailadores profesionales de atabales que a tal efecto trajimos y nos hacían lucir las cadenciosas ondulaciones del baile que de Africa nos trajeron parte de nuestros antepasados.
Se bailó a morir, y se disfrutó a mares esa fiesta que todavía recuerdan con entusiasmo los que participaron en ella.
Una boda pintoresca, muy divertida, cómoda, informal, una boda a lo nuestro con nuestras cosas. Donde lo extranjero fue la novia. Hoy son un feliz matrimonio con 3 hijos, dos hembras y un varón, radicados en Suiza donde la extranjera arrastró al cibaeño.
Graduado en nuestra UNPHU de arquitecto convalidado con solo hacer el último curso, allá se desempeña con éxitos. Participó como ayudante de profesor en la Universidad de Lausanne y sus diseños han sido publicados en la revista IAS, Ingénieurs et Architectes Suisses.